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18 mar 2012

La Cuesta de Berriozar







Conocimos la cuesta desde el primer día en la Compañía.

Cada mañana, nuestra instrucción de combate empezaba de la misma forma:

Salíamos en formación, a paso ligero, desde nuestra nave. Cruzábamos todo el cuartel hasta la salida norte, la que daba a la pista de maniobras y los polvorines. Allí comenzaba el camino que subía hasta la cercana población de Berriozar, todo en cuesta, de 500 a 700 metros. Podrá parecer poca distancia, pero era engañosa. Era como subir a un 5º piso corriendo.

El primer día, con los cascos y todo el equipo de combate, a paso ligero, fue un suplicio. 

Los cascos nos golpeaban rebotando sobre nuestras cabezas. El equipo se desajustaba. Los zapapicos se caían. Pero sobre todo, nos faltaba el aire. Con la legua fuera y tosiendo. 

Que poco marciales parecíamos. Menudo desastre. 

La cuesta era dura. Como nos abroncaban los mandos…


Aprendimos rápidamente, sobre todo, el ajuste del equipo.


El duro entrenamiento diario fue dando sus resultados, y al poco tiempo, ni nos dábamos cuenta. Daba gusto vernos subir en formación, a paso ligero. Incluso podías apreciar la belleza del paisaje y sus cambios con las estaciones. Las fuentes y riachuelos que surgían de las habituales lluvias, las zarzamoras silvestres...

Recuerdo a los niños que jugaban en el camino, cuando subíamos, se quedaban boquiabiertos, decían:

 ¡ Que chulo, que chulo…!.

Aunque yo me decía: Si estuvierais aquí, con todo el equipo, a paso ligero, no lo veríais tan bonito.

Pero de todas formas, era como en la película, cuando Rocky Balboa subía las escalinatas, la primera vez le costo y dolió. Mas tarde, era como un triunfo.



Las ventajas de la tecnología nos permite ver como es en la actualidad dicha cuesta