La celebración del Día de la Patrona, la Inmaculada Concepción, el 8 de
Diciembre, ha estado marcada por la repentina e inesperada muerte de D. Ángel Atarés, General de Brigada
y nuestro último Capitán.
Como veteranos de la Compañía de Esquiadores Escaladores de Pamplona,
fuimos invitados a los actos que se celebraron en el Cuartel de Aizoain,
Navarra, por el Regimiento América 66, del que D. Ángel Atarés fue su Coronel
Jefe.
Poco antes de las once acudimos al cuartel, y tras identificarnos en
el cuerpo de guardia accedimos al interior.
Allí nos reunimos según íbamos llegando. Desde diferentes puntos de la geografía
española convergen los compañeros. Abrazos y palmadas en la espalda corroboran
nuestra camaradería fuera del tiempo, (cada uno pertenecemos a distintos años y
reemplazos), y el espacio, ( venimos de distantes lugares de
España). No existen diferencias entre nosotros, somos camaradas de
la Compañía, sin importarnos ningún otro detalle. Algunos han acudido con
sus parejas, incluso con sus hijos.
En un momento, localizo a nuestro antiguo "Sargento" Lara. Le
agradezco en nombre de todos las gestiones y facilidades que nos ha dado para
estar allí. Anda en labores de organización del evento, y le
solicito pida permiso para hacer entrega de un ramo de flores en memoria de
nuestro último Capitán, al Mando pertinente.
Con él, tengo el siguiente diálogo:
Nos gustaría poder poner un ramo de flores en algún momento de la misa en homenaje a los Caídos, o en el acto castrense.
No te preocupes, tu colocarás la corona.
No, me refiero al ramo que hemos comprado para el
General Atarés, no hemos comprado ninguna corona.
Sí, sí...no hay problema, pero tú portarás la
corona.
Se me quedó una cara de poker...
Imposible desobedecer a un antiguo Sargento de Esquiadores. Ni antes, ni
ahora. Al que además, casi reverenciamos, así como a la muchos de los que
nos tutelaron en el servicio militar obligatorio. Es imposible
rechazar, de ninguna de las maneras, semejante honor en tan importante acto.
Coincidimos con el "Sargento" Pascual al que de manera afectuosa
saludamos también.
La gente entra en el recinto y pedimos al "Pater" depositar el
ramo de flores delante del altar. Accede a ello y varios niños, hijos de
veteranos, con la ilusión de los inocentes, lo ponen.
Días antes, algunos compañeros, subordinados del General con el que
coincidieron en la "mili", pidieron poder entregar el ramo, pero
pensamos que era más apropiado y tierno que lo hicieran unos niños, hijos de
los que en su época disfrutaron de su presencia, y mando.
A las once en punto, en la capilla del cuartel, da comienzo la misa.
En ella recuerdan al General Ángel Atarés, así como al resto de Caídos. Y
es en ese momento, cuando el "Pater" tiene el grandísimo
detalle de nombrar a los Veteranos y el ramo.
La ceremonia transcurre tranquila y cuando, acaba salimos al patio de armas
"Subteniente Casanova". Ahí se celebrará el acto castrense.
Nos colocan en las zonas acordonadas al efecto y un Mando, encargado del
protocolo nos informa del mismo. Aparecen las diferentes compañías del
Regimiento América 66 y forman tras sus banderines.
Un Teniente General pasa
revista a las tropas, saluda a la Bandera del Regimiento y cede la palabra, al
encargado del discurso. En él se ponen en evidencia los valores y
características del sacrificio que implica el cumplimiento del deber, en
estas inciertas fechas.
A continuación, entonamos " la muerte no es el final" para
recordar a todos nuestros compañeros ausentes.
Luego se realiza la entrega de condecoraciones a los profesionales
acreedores de ellas, por diferentes motivos. La Subdelegada del Gobierno en
Navarra y varias personas más, se encargan de fijar en esos henchidos pechos,
los alfileres de las medallas.
Después llega la colocación de la ofrenda en el monolito a los Caídos. Me
indican que acompañe al Coronel y a otra persona, con la que pondré la corona.
Atravesamos el patio de armas hasta recogerla de manos de un soldado esquiador
escalador y de un cazador de montaña que la sostenían. Una vez recogida, la
colocamos delante, en el lugar indicado y nos mantenemos en firmes delante,
escuchando el himno y saludando.
Al rato, las unidades que han participado en la parada
desfilan delante del cuerpo de guardia, rindiendo honores a la Bandera y
saludando a las autoridades presentes.
Finaliza la celebración formal y vamos a hacernos unas fotografías al lado
de la cafetería, delante de la placa que colocó nuestro último Capitán en
recuerdo de todos los que servimos en la Compañía de Esquiadores Escaladores en
cualquiera de sus nomenclaturas.
Es allí, donde sentimos un mayor recogimiento. Es allí donde unos
antiguos soldados de la Compañía agradecen de corazón el que nuestro amigo
Ángel, nos recordara a todos los que pasamos por dicha unidad.
Mientras disfrutaba de salud, incluso cuando ya estaba enfermo de gravedad,
veló por nuestro colectivo. Facilitó, cada vez que estuvo en su mano,
nuestra relación con el estamento militar, y logró favores que todavía estamos
preguntando cómo los consiguió.
En nuestro primer encuentro, posibilitó la visita, a la que fue nuestra
casa durante un año. Allí pasamos el día, e incluso pudimos dormir tal y como
lo hicimos antaño. Nos pasó revista delante del cuerpo de guardia, en la
que dijo ser una de su más especial formación, al amanecer; y compartió con
nosotros ilusión , e imagino sorpresa por el interés y compromiso, pasados
tantos años.
Luego, en un emocionante acto, en presencia de Veteranos de los
Veteranos, al que acudió incluso el General Palacios y compañeros coetáneos
suyos, víctimas de la infausta marcha de Larrau, se impuso un ramo de flores en
recuerdo de tantos, y tan esforzados soldados. Como consecuencia de su
fallecimiento un sentimiento de soledad, una cierta orfandad
se ha instalado en nuestros corazones.
No me extiendo más en recordar lo que ya, contamos sobre aquel
encuentro en su momento, pero necesito reafirmar la solemnidad y cariño con el
que recordamos al que fue nuestro último Capitán, y nuestros veteranos.
Más tarde entramos en el comedor para degustar un vino y unos canapés, en
compañía de todo aquel que quiso abonar los cinco euros preceptivos para
ello. Todo hay que decirlo, abundante y apetitoso en aquellas horas
lejanas de los desayunos de algunos.
Departimos con militares profesionales, civiles,
policías nacionales, guardias civiles y familiares. Nos hicimos
fotografías entre nosotros, y de manera sorpresiva, con diferentes personas
muchas de ellas a las que no conocíamos, pero que se interesaron por nuestra
identidad.
Al vestir el forro polar que adquirimos para ir todos iguales a los eventos
planificados, y nuestra sagrada boina, nos distinguíamos, motivando la
pregunta: "y vosotros, ¿quienes sois?"
Entonces alguno les susurraba al oído quienes éramos, y se acercaban
sorprendidos.
Y quedó constancia, una vez más, de la capacidad de los "esquiatas" para conservar su antiguo poder de atracción para con el otro sexo...
Bueno, tras muchas fotos, presentaciones y canapés, abandonamos el
comedor, y al otro lado del patio, en el monumento a los Caídos , donde reposa
la placa conmemorativa con los nombres de los fallecidos en Larrau, decidimos
hacernos una foto de grupo.
Muchas más fotos después, apareció un Mando que antes de decirnos quien
era, nos comentó que había estado en la Compañía. Le miro con
detenimiento. Había cambiado como todos, pero... ¡joder! esa mirada la
reconocí: aún quedaba en sus ojos reminiscencias del cañero Teniente de Esquiadores
que fue, nuestro antiguo Teniente Mesa, que cuando nos vio, no lo pudo
evitar y quiso fotografiarse con nosotros. ¡Cómo pasa el tiempo!
Nos despedimos de nuestro "Sargento" Lara y algunos más, y dimos
por finalizada la visita.
Montamos en los coches y salimos del acuartelamiento con un grato recuerdo por el trato recibido hacia nosotros y nuestras familias. Luego buscamos una cafetería, ya sabéis, para hablar de nuestras cosas, contar batallitas y preguntar por los que no han venido, pero eso ya es otra historia.
Posdata: Antes de acabar, me gustaría mencionar varias cosas:
En primer lugar, agradecer de corazón el trato recibido para con nosotros y
nuestras familias en dicho acto. El Coronel Jefe del Regimiento y toda su tropa
lograron que nos sintiéramos en casa, tiempo después. La deferencia que
tuvieron al invitarnos, intentamos corresponderla con nuestra presencia y
predisposición para cualquier colaboración.
En segundo lugar queremos agradecer al Coronel Jefe del Regimiento América
66, permitir despedirnos de nuestro último Capitán, el General Dn. Ángel
Atares, en tan importante acontecimiento, habiendo significado mucho, para
nosotros, el invitarnos a participar.
Y finalmente, como no podía ser de otra manera, haber dado la oportunidad
de participar activamente en el acto a mi personalmente y representando a todos
mis compañeros, un honor que no olvidaremos y transmitiremos con orgullo
al que nos quiera oír.
Muchas gracias por todo y un fuerte abrazo.
¡LA MONTAÑA NOS UNE!
General D. Ángel Atarés Ayuso.
In memoriam.
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