Ocurrió que en unas de las marchas uno de los soldados se negó a continuar, estaba muy cansado, extenuado…
El mando a cargo le impelió a que
continuara la marcha, a lo cual el soldado se negó.
El mando acabo profiriendo un
puñetazo al soldado. Este contó lo sucedido a sus padres, que a su vez denunciaron
los hechos… y se lió el follón.
Pregunto un periodista, al entonces
Capitán de la compañía, sobre los hechos,
indicando si aquella marcha fue especialmente dura…
La respuesta del Capitán fue
lapidaria:
¡Todas las marchas de la Compañía
son especialmente duras!
son especialmente duras!
Con esta respuesta se define algo
que solo los que lo han vivido saben de qué estamos hablando. La verdad es que
no se puede expresar con palabras pues el que escucha creerá que estamos
exagerando, que no será para tanto…, pero si, si lo es. Y no es exageración.
Cuando surge el tema siempre pasa
igual a lo que yo les pregunto a mis interlocutores:
¿Qué deporte consideran que es el
más duro? Casi todo el mundo se decanta por el ciclismo. Si es un deporte muy
duro, a lo que les vuelvo a preguntar:
¿Qué es lo más duro del ciclismo?
La respuesta siempre es la misma,
la montaña.
El soldado de montaña, sus
unidades, siguen siendo los grandes desconocidos de nuestro ejército. A la instrucción
normal de cualquier soldado hay que añadir la dureza del entorno de la montaña.
No es lo mismo hacerla sobre llano que en entorno de montaña, con unas botas de
montaña, y cargados con mayor impedimenta. A todo esto hay que añadir el clima.
¿Dónde se han estrellado todos
los grandes ejércitos?
En el frio del invierno.
Las unidades de esquiadores-escaladores
han sido, y son, las más preparadas físicamente y militarmente, y además, las mejor
equipadas de las tropas de montaña.
Hace unos años lei una definición
que hacia un general sobre la misión de una Compañía de Esquiadores:
Ir a donde se les mande, cuando se les mande, en el menor tiempo posible, sin importar la calidad
del tiempo atmosférico, y en condiciones
de combatir y vencer.
Salías muy temprano.
El peso de tu mochila te impedía ponértela
solo: te sentabas en una banqueta y entre dos compañeros te la ponían.
No se
paraba durante la marcha. Solo cuando llegabas al objetivo.
Cuando se
llegaba no se había terminado el trabajo…, te hacías la comida y preparabas un refugio para pasar la noche. Construir un iglú, o una zanja en la nieve, no se hacía en pocos minutos.
Después, a dormir…, si podías. Te dolía todo el cuerpo, y lo
normal es que tuvieras dolorosas rozaduras producidas por el calzado.
Los regresos al refugio o cuartel se hacían épicos, animando
a los compañeros que flojeaban para que siguieran caminando…
Llegabas llorando. Era una mezcla de alegría por llegar y
sufrimiento por lo padecido.
Como decía la "voz en off" de uno de nuestros vídeos:
Una experiencia que
no olvidaran y los dejara marcados.
Juan Florencio Domínguez, 2º/84.
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