26 abr 2020

Supervivencia en la Selva de Irati - I

                                          
   
I. CUARTEL DE AIZOAIN


INTRODUCCIÓN

Hace mucho tiempo,  treinta años o más. Tampoco recuerdo con exactitud si era finales de octubre o principios de noviembre. Habíamos finalizado maniobras y  aguardábamos. Lo normal era dormir fuera de la litera.  Éramos soldados de reemplazo, voluntarios en destino. Nuestro hábitat era la montaña y lo asumíamos.

Los Mandos informaron que esta vez patrullaríamos las estribaciones del Pirineo Navarro, y aprovecharíamos a realizar prácticas. Solían incluir ejercicios de orientación e interpretación de mapas, progresión en entornos hostiles y adaptación al medio.

Empezamos a preparar el material. En la Compañía de Esquiadores, cualquier momento es bueno para meterte en un fregado y estábamos acostumbrados a hacer la mochila de manera rápida y eficiente. La previsión era un lujo del que había que aprovecharse.

Sabías cuando salías, pero no tenías ni idea de cuando, (ni cómo) volverías.

Hacía poco que habían llegado los nuevos reclutas y había que echarles una mano en la preparación del material personal, ya que un pequeño error, un olvido junto a tu taquilla, se puede convertir en algo muy grave dependiendo de las circunstancias.

Nuestros veteranos no nos habían puteado, y por supuesto, nosotros íbamos a tratar a nuestros nuevos, (conejos en el argot de la Cia.) de la misma manera. Hubo algún conato, pero lo atajamos rápido y de raíz.

Las situaciones vividas, algunas extremas, enseñaban que a veces, todo el mundo necesita ayuda.

Dentro de la unidad existían diferentes secciones, y una de ellas era  Plana Mayor, dedicada a la logística y tareas administrativas necesitadas por una entidad como la nuestra. En ella estaban varios compañeros con carnet de conducir y algún conocimiento que se pudiera aprovechar.

Esta sección contaba con personal suficiente para cumplir esa misión. Éramos independientes del Batallón, y casi autosuficientes, lo que a veces les daba bastante trabajo.

Jordi era uno de ellos.


CAMUFLAJE

Comenzaron a repartir los uniformes mimetizados en el almacén. Disponíamos de varios patrones, desde el blanco integral para desaparecer en la nieve, o ser confundido entre las hojas, con el boscoso. Todavía no había nieve, ya sabíamos el que tocaba.



Las prendas evocaban nuestra prueba de la boina ya que sólo eran distribuidas en raras ocasiones. Se activaron alarmas internas.

Jordi es catalán, su padre fue de los primeros en conducir un camión de aluminio, portento de la tecnología alemana  y orgullo de la familia Casa. Este vehículo era desplegable y se transformaba en tienda. Con él recorrían las playas de Tarragona vendiendo pastelitos y dulces a los veraneantes, turistas y usuarios de las bellas calas catalanas. Fue una suerte, y le conseguimos una taquilla más; utilizada para llenarla de esos deliciosos productos, que jamás, repito jamás, nos cobró, y siempre compartió de manera generosa. Un gran chaval y sobre todo una buena persona.

Como Cabo de la Plana y ayudado por Sindy, también catalán (mote que le pusimos por faltarle una paleta), Jordi nos fue entregando el traje y luego un machete, en su funda. Siempre bajo la supervisión del Brigada Rey, responsable de aquello.

Lo del cuchillo, era algo verdaderamente excepcional. En muy pocas ocasiones nos lo dieron, y tenía la misma consideración que el CETME, nuestra arma larga.



-¿Nombre?-preguntaba Jordi mientras daba los objetos.

-Kepa.

-Espero que lo cuidéis, y luego lo traigáis de vuelta. Porque al que le falte le cortaremos los huevos.

Al quite amenazaba el Brigada. No sé lo que harían al que perdiera alguno, pero lo que sí sé es que el Brigada se encargaría de cobrarle en metálico y en sangre; y no de manera necesaria en ese orden.

Para ello disponía además del Sargento Pascual, segundo responsable del almacén de material, y con el que nadie quería vérselas debido a su fortaleza física e instantánea  capacidad de cabreo.  En cero coma, era capaz de ponerse como una furia. Dada su experiencia como legionario contaba con un repertorio de castigos imaginativo e ilimitado; y a fe que imponía.  Aunque luego, en los pocos momentos privados que compartimos, comprobamos que era un buen hombre, eso sí, con la mecha corta, muy corta..


CONFIDENCIAS

Los Mandos hicieron formar a los Veteranos. Mientras,  los conejillos a paso ligero (lo acostumbrado), con la mochila de combate y el CETME de entrenamiento en tercien iniciaban el trayecto hacia la pista americana. Todavía se escuchaban pasos discordantes. El perfecto, unísono y monocorde tren que interpretábamos los veteranos estaba lejos de sus posibilidades. Les costaría, pero lo conseguirían, porque eran de los nuestros. 

Pasarían la pista americana, alguna tabla de orden de combate, embarrados y sudando como pollos; cubriendo al compañero en la toma del bunker, sin su  gorrita… enfundados en el casco de combate.

Ante nuestro cangrejo anclado a la pared, a la entrada del edificio el Teniente Gil nos puso al corriente de las próximas maniobras. Serían aprovechadas como prueba de la boina de nuestros conejos, los esquiatas del reemplazo siguiente. 



Comentaron que recorreríamos el Pirineo Navarro, subiríamos a varios montes y desarrollaríamos el ejercicio de forma similar a la que nos tocó vivir en la nuestra. Imaginamos que los adiestraríamos en trato al prisionero como tuvimos la gran suerte de  sufrir de nuestros veteranos; y otras rigurosas prácticas dirigidas a endurecerlos y  lograr el ansiado trofeo.

Hasta ese momento, seguirían siendo pistolosPara cualquier esquiador, portar como prenda de cabeza la gorra, era casi un insulto. 

La palabra pistolo procede de tiempos de los Tercios, cuando empezaban a desarrollarse las armas de fuego. El valor y la honra se forjaban hiriendo al rival con tu acero y sintiendo su último aliento junto a tu pecho. Disparar suponía no arriesgarse a ser herido, ni capaz de mostrar el arrojo presupuesto a un soldado de España. En aquella época, en la que las normas del enfrentamiento respetaban algunos conceptos como el honor, la valentía, y lealtad, el no arrimarse al enemigo era considerado como una bajeza por el resto de la tropa. Portar un pistolón, arcabuz o similar, evitaba el cuerpo a cuerpo ansiado por la caballerosa y romántica soldadesca.

Semejante aseveración era mamada de los Veteranos y Mandos nada más incorporarte a la Compañía.  Para nosotros no existía mayor certeza que, todo aquel que no tuviera boina, era un pistolo y nuestra obligación, la de conseguir que abandonara la despreciada prenda mediante un áspero rito de iniciación: la prueba de la boina.

Estábamos hechos unos machitos, henchidos y orgullosos de nuestro estatus frente a los nuevos. Sobre todo algunos como Diego Macías, el libretas, apodado así porque siempre portaba una libreta y un lápiz con el que apuntaba todo lo que creía relevante de lo que nos enseñaban. Nos parecía excesivo a los demás, ya que a veces preguntaba o apuntaba cosas sin importancia, en nuestra opinión.

Era de Salamanca, de un pueblo llamado Aldeadávila, y cuando le vimos las grandes y largas manos que tenía le preguntamos por su trabajo, y para sorpresa dijo que marinero. Imaginamos semejantes racimos de plátanos tirando de redes repletas de peces. Y sobre todo sorprendía el que un tío de Salamanca fuera marino, ni se nos ocurría que pudiera ser mercante.

Receloso y desconfiado, buscavidas se veía que había tenido una vida difícil, y a veces trasladaba su frustración a los reclutas, que iban  comprendiendo  poco a poco y a trompicones, su situación en la escala jerárquica.

En una ocasión, en la cantina, hablando con compañeros de Plana Mayor, empezamos a mosquearnos. Parecía que estaban ocultando algo sobre las maniobras que nos esperaban. No coincidían cuando les preguntábamos por separado y al final cogí aparte a Jordi.

-De qué va esto, qué es lo que haremos? ¿Por qué este secretismo? Suena raro, mosqueo… ¿Has oído algo?

-Dicen que igual hacéis supervivencia.

-Supervivencia,  nosotros? ¿Pero no iba a ser la prueba de la boina para los "conejos"?

-No sé, es lo que se comenta, no tengo más información. Si me entero de algo, ya te diré.
‹‹Menuda noticia. No creo que Jordi lo haya dicho por que sí››

El día antes de la partida, mientras hacíamos la mochila y conversábamos, se acercaron los Sargentos Segura y Callado.

-¿Qué hacéis, que habláis?-Los Sargentos tienen mucha mili, no dan puntada sin hilo.

-Aquí andamos, preparando para mañana.

-¿Pero algo comentáis, no?

-Bueno, es que…

-Es que ¿qué?

-Hemos oído que igual vamos de supervivencia.

-Mirad, os voy a decir algo, pero no lo divulguéis, por favor-abrimos nuestros ojos con asombro, ‹‹a ver lo que nos cuenta››

-Vamos a hacer varios días de marcha de manera intensa, para machacar a los nuevos y luego, más o menos como se hizo con vosotros, desarrollaremos diferentes actividades para darles la boina.

No es una maniobra de supervivencia, se trata de subsistir con medios limitados. Quiero decir que dispondréis de todo aquello que podáis portar. No podemos decir nada más.
Intercambiamos miradas en sorprendida connivencia. La frase anterior lo confirmó, parecía algo lógico y bastante realista. Además confiábamos en nuestra capacidad de llevar importantes cargas en mochila como habíamos tenido oportunidad de demostrar en otras ocasiones.

-¡Estos conejos van a flipar!

Sonreímos, ufanos. Y los Sargentos, de la misma manera, nos dejaron elucubrando, terminando de organizar el equipo.

Debíamos llenar la mochila con chocolate, galletas y latas, con las que aguantar cuando no hubiera nada.

Nos pusimos manos a la obra.

...Continuara la próxima semana.


Un fuerte abrazo.

En Bilbao, a 25 de Abril de 2020

Kepa San Blas,  veterano de la Cía. EE.EE 51/LI.

Abriendo Huella