29 may 2020

NACIMIENTO DE LAS UNIDADES DE MONTAÑA

Un poco de historia...

Por decreto del 31 de mayo de 1899 el Ministro de la Guerra, general Camilo García de Polavieja, crea los  batallones de Montaña, siendo 6 las unidades de este tipo formadas progresivamente.

En vez de 3 compañías de fusiles como los demás, los de Montaña tienen 6, además de 1 batería de cañones de montaña, 1 sección de Ingenieros, 1 sección de Sanidad y 1 de Administración. Esto es así pues se considera que el combate de estas unidades se desarrollará muchas veces de manera independiente, sin estar integrados en brigadas.

Se procura los integren soldados del lugar donde tienen su base, siendo estas Estella para el 1º, Ronda para el 2º, Jaca para el 3º, la Sierra de Gata para el 4º y Seo de Urgel para el 5º batallón.

En 1918, 19 y 20 van creándose nuevos batallones hasta llegar a 12. Constan de 617 hombres cada uno, repartidos en 4 compañías de fusiles, 1 de ametralladoras, 1 de depósito, y tren de cuerpo, 1 sección de Obreros y Explosivos y Plana Mayor, contando con 62 cabezas de ganado.


En España, en 1923, los batallones de montaña pasan a llamarse Batallones de Montaña de Cazadores,  contando con tres compañías de fusiles, una sección de esquiadores, una de guías zapadores (que deben ser de la zona y conocedores del terreno), una de transmisiones y una de morteros. La sección de Guías cuenta con un oficial, un sargento, dos cabos, trece soldados y dos mulas. Los nombres y numeraciones de estos batallones son los siguientes:
  • Barcelona 1, en Barcelona.
  • Alba de Tormes 2, en Ronda.
  • Mérida 3, en Orense.
  • Estella 4, en Granollers.
  • Alfonso XII 5, en Seo de Urgel.
  • Reus 6, en Manresa.
Además se trasladan a la península los batallones insulares con la siguiente ubicación, nombre y numeral:
  • Ibiza 7 de guarnición, desde 1923, en Estella.
  • Palma 8 en Jaca.
  • Lanzarote 9, Fuerteventura 10 y Gomera-Hierro 11, en Madrid.
  • Antequera 12, en Ciudad Rodrigo, (antiguo Disciplinario).
El armamento de un batallón de montaña, en 1926, está compuesto de 541 fusiles Mauser 7 mm M1893, 16 fusiles ametralladores FAO (Fábrica de Armas de Oviedo) M1922-1 de 7mm, 8 ametralladoras Hotchkiss M1914 de 7mm ,1 cañón de montaña Schneider T.R. M1908 de 7cm, 17 morteros Valero M1926 de 60 mm, pistolas Astra 400 de 9 mm largo M1921, granadas Laffite y machetes -bayoneta.



EL REGIMIENTO AMÉRICA

El Regimiento América nació en 1764. En Alicante se organizaron dos batallones, haciéndolo el tercero en Veracruz. En 1769 regresó a la península, quedando de guarnición en Cádiz. En la guerra contra Inglaterra de 1779-1782 intervino en la reconquista de Menorca y el sitio de Gibraltar.

Una compañía en aquellas fechas estaba compuesta de 1 capitán,1 teniente,1 subteniente,1 sargento de 1ª, 2 sargentos de 2ª, 2 tambores, 4 cabos 1º, 4 cabos y 64 soldados.

Después de diversos destinos, con motivo de la guerra con Francia, entre 1793 y 95 se incorporó al Ejército de Navarra destacando en la toma de San Juan de Luz, Mont Mandale, y la toma del fuerte de Chateu-Pignon.

Nuevamente lucho contra los ingleses en 1797 en Canarias, donde su hombres colaboraron decisivamente en la derrota del almirante inglés Nelsón, quien perdió un brazo, y en 1800 en Cádiz. En la guerra de Independencia participó en la defensa de Zaragoza, la batalla del Bruch, la defensa de Mequinenza y la toma de Barcelona, entre otras acciones.

En 1822 el vestuario del regimiento América casaca azul, pantalón ancho gris oscuro, capote color gris reforzado por esclavina, zapatos de piel teñida claveteados, morral blanco y cantimplora y gorro con plumero. El soldado estaba armado con fusil con bayoneta y espada.

Tras estar de guarnición en Ceuta, Valladolid y Santoña. Combatió toda la 1ª Guerra Carlista en Cataluña, recibiendo por sus actuaciones, en 1837, el sobrenombre de “El Benemérito de la Patria”.

En 1860 su primer batallón participó en la victoria de Tetuán, junto con los regimientos de cazadores “Voluntarios de Cataluña”. Tras varios destinos fue enviado a Cataluña para la 3ª Guerra Carlista.
En 1881 fue destinado a Pamplona y en 1885 su primer batallón acudió a la guerra de Cuba.
En 1921 el Regimiento América participó en la Guerra de África. Durante la rebelión armada socialista y separatista de 1934 acudió a luchar a Asturias.

En 1936 se unió al Alzamiento siendo nodriza de 13 batallones América, consiguiendo dos laureadas más por la defensa de Piedras de Aolo (rechazó, junto con el tercio requeté Oriamendi, las banderas 1ª y 5ª de la Falange de Burgos y la XV bandera de la Legión, 43 ataques en una semana de un enemigo con diez veces más efectivos y numerosa artillería y aviación).Por orden de 8 de septiembre de 1939 pasa a llamarse Regimiento de Infantería de Montaña América. El 30 de noviembre de 1943 toma el nombre de Agrupación de Infantería de Montaña 7.

El 13 de diciembre de ese año se hace entrega del cuartel General Moriones al Batallón de Montaña 19,  y del Marqués de Duero a la Agrupación de Montaña 7 y al Batallón de Montaña 20.
El 21 de de ese mismo mes toman los batallones de esa Agrupación los nombres de América XIX, Montejurra XX y Estella XXI, este en el cuartel de Estella. 

En 1966 la 1ª Agrupación de Montaña se transforma en Regimiento de Cazadores de Montaña América 66. El 30 de octubre de1968 recibe el Regimiento el cuartel de Aizoain, que es ocupado el 6 de diciembre y bautizado General Mola. Allí se instalará en batallón  Montejurra y la Plana Mayor del regimiento, continuando en Estella su batallón de ese nombre.

También ese año 1966 la 1ª Agrupación de Montaña se transforma en Regimiento de Cazadores de Montaña América 66. Por orden de 8 de septiembre de 1939 pasa a llamarse Regimiento de Infantería de Montaña América. El 30 de noviembre de 1943 toma el nombre de Agrupación de Infantería de Montaña 7.


HISTORIA DEL BATALLÓN ESTELLA


Mientras tanto, el 27 de agosto de 1873 se ha creado el Batallón de Cazadores Estella 14, siendo su primer jefe el teniente coronel Antonio García Mora. Sustituye al batallón Mendigorría, disuelto por haber participado en la insurrección cantonal de Cartagena.

Participa el batallón en la 3ª Guerra Carlista, destacando en la batalla de Somorrostro (25 -27 de mayo de 1874). Allí el Estella toma con vigorosas cargas a la bayoneta San Pedro de Abanto y Casas de Murrieta, sufriendo las bajas del 50% de los oficiales y el 40% de la tropa. Por esta actuación recibe el batallón la Cruz Laureada de San Fernando.

Continúa esa campaña participando en las batallas de la Peña de Orduña, Villarreal y Abárzuza, donde el 27 de junio es herido de muerte el general Manuel de la Concha, jefe del ejército de Isabel II. En 1875 toma Orio, Usúrbil, Oria y Oyarzun, siendo rechazado en el asalto al monte Choritoquieta. En 1876 toma las cumbres de Garratamendi y Mehayas.

Finalizada la guerra, desde 1876 la unidad guarnece diferentes plazas en Navarra, Rioja y Vascongadas hasta el 30 de junio de 1899 en que es enviada a Cataluña. Allí permanece de guarnición en Lérida, Barcelona y Olot, hasta que el 15 de julio de 1909 acude a la Guerra del Rif. Tras desembarcar en Melilla se integra en la columna del general Pedro del Real que acude a auxiliar a las fuerzas del general Cabrera que, muerto este, se hallan en situación crítica en el Barranco del Lobo.

El primer condecorado de la Guerra del Rif es el cabo del batallón Estella Pedro Calvo. Este sanitario busca heridos desarmado cuando ve un moro que se dispone a rematar a un soldado español. Sin pensárselo salta sobre el rifeño a quien, tras dura pelea, mata con su propia gumía, regresando a Melilla con ésta y un fusil Remington y el herido.

El día 3 de agosto, al mando del general Primo de Rivera, el batallón libera a los soldados asediados en el blocao Velarde. El 29 ocupa el monte Gurugú, regresando a Olot el 21 de diciembre. El 13 de septiembre de 1913 vuelve a África donde muere en combate el teniente coronel Pedro Murcia Cámara, jefe del batallón Estella.

En 1917 regresa el batallón a Olot trasladándose a Granollers en 1919. De allí parte para Marruecos su compañía de ametralladoras, en 1921, a la que se unirá todo el batallón en   octubre 1924. El Estella es citado en la Orden General de la Comandancia por la brillante defensa de la posición Casa Hamido.

A partir del 6 de julio pasa a llamarse Batallón de Montaña Estella 4, regresando a Granollers el 22 de enero de 1926.


El 2 de septiembre de 1928 el batallón es nombrado hijo adoptivo de Mollet del Vallés y el 26 de agosto de la Roca. El 5 de octubre, con presencia del rey Alfonso XIII, se inaugura en Granollers un monumento a los caídos en África del Estella naturales de dicha localidad.

A pesar de, o quizá por, sus brillantes servicios el batallón Estella es disuelto el 3 de junio de 1931. Hacía poco que había sido proclamada la II República y Azaña se había lanzado contra el Ejército con 32 decretos, como el cierre de la moderna y eficaz Academia General Militar, la eliminación de los ascensos por méritos y de los nombres de las unidades.

Se instala entonces en Estella el Batallón de Cazadores de Montaña XXI, (perteneciente a la recién creada Agrupación de Montaña 7) que, por decreto del Generalísimo (1 de enero del 44) toma el nombre de Estella. Mientras duró fue uno de los raros casos de conjunción entre el nombre de la unidad y su ubicación geográfica.

El 25 de julio del mismo año el ayuntamiento de la ciudad regala la Bandera y el Guión de Mando, que serán entregados por las madrinas doña Carmen Fernández Ruiz de Alda y Doña María Puy Albizu Eraso, en acto celebrado en la plaza de los Fueros. Preside el ministro de agricultura Miguel Primo de Rivera, hermano del asesinado José Antonio y marqués de Estella. Junto a él asisten también el Capitán General de la VI Región Militar, Juan Yague, el general de la división Navarra 62, Pedro Pimentel Zayas, y el obispo de la diócesis, Marcelino Olaechea.

En 1946 el capitán Ramón Corpas de Vicente, que viene de diplomarse en la 1ª promoción de la Escuela Militar de   Montaña de Jaca, toma el mando de la que será siempre “su” compañía de Esquiadores Escaladores. Estas compañías, de reciente creación, están en la élite del Ejército Español, compartiendo la consideración de Fuerzas Especiales con la Legión, los Tiradores de Ifni y las Tropas Nómadas del Sahara.


El Capitán D. Ramón Corpas y la Compañía de Esquiadores del Batallón Estella.

La compañía de Esquiadores Escaladores del Estella recibe bajo el mando del capitán Corpas un duro entrenamiento que abarca lucha guerrillera, supervivencia en montaña, escalada y esquí, además de combate de infantería.

Éste capitán dirige todos los cursos de escalada y esquí hasta el año 61, siendo felicitado reiteradas veces por el mando, además de citado en la Orden General de la División.

Patrullas entrenadas por Corpas ganan el Campeonato de España de Escalada, en 1951, y el de la VI Región Militar, en el 52. La vencedora absoluta de la prueba nacional fue la formada por el teniente Julián Pérez Villacastín, el sargento Hipólito Collazos, los soldados de 1ª Antonio Orbegozo y Jesús Amo, y el de 2ª Manuel Beruete. Destaca también el batallón en el auxilio prestado durante las inundaciones del 48.

Por la instrucción general de 120, el 31 de octubre de 1951 en batallón Estella pasa a formar parte del Regimiento de Montaña 7.

El 17 de noviembre de 1953 el batallón rinde honores y desfila ante la bandera del Regimiento de Montaña 7, pues se ha ordenado su traslado al Museo del Ejército en Madrid.

En diciembre de 1960 se disuelven el Regimiento de Montaña 7 y el batallón Estella, pasando a ocupar el cuartel el Batallón de Cazadores Motorizado Guipúzcoa XXVIII.

De marzo de 1981 a julio del 82 participa el batallón en la operación Alazán, de impermeabilización del Pirineo para evitar el paso de comandos terroristas etarras. También presta auxilio con motivo de las inundaciones del año 80 y destacando en la del 87 el rescate de varias personas por parte de tropas.


El 13 de abril de 1986 recibe el nombre de Batallón de Montaña Estella II/66 y el 29 de mayo de 1993, por la norma general 5/92,la unidad es apartada, ya para siempre, de la ciudad que le da nombre, siendo trasladada 45 Km hasta Ainzoain, en la periferia de Pamplona. El 1 de julio de 1995 por la reorganización que disuelve la División de Montaña Navarra 5, el regimiento América se integra en la Brigada de Montaña Aragón, pasando el batallón a denominarse Estella III/6.

En esa fecha también se disuelve la Compañía de Esquiadores Escaladores divisionaria, con base en acuartelamiento de Ainzoain, siendo su último capitán Don Ángel Atarés Ayuso, hoy coronel jefe del Regimiento América.

Compañía de Esquiadores de la D.M. Navarra 5, 1993.

El batallón participa en esta época en los rescates de la terrible inundación del camping de Biescas, en agosto de 1996, donde, por trágica coincidencia, también murió una familia estellesa.

Después participa en las operaciones Sierra-Kilo en Kosovo, desde el de septiembre del año 2000 a abril de 2001.

Finalmente la Norma General 05/2007 termina con la brillante historia del Batallón de Cazadores de Montaña Estella el 26 de mayo de 2007. Será su último jefe el teniente coronel De Ramón y Casado. Con sus hombres, armamento y materiales se constituirá el Batallón de Cazadores de Montaña Montejurra, que se hallaba desactivado.

Con motivo de la disolución del batallón Estella el general de división Luis Palacios Zuasti publicó un artículo en Diario de Navarra del que extraigo:

“En este periodo de tiempo pasaron por sus filas miles de soldados de reemplazo procedentes de todas las regiones españolas, en su mayoría navarros, en cumplimiento de su Servicio Militar.

La dura preparación, entrega y sacrificio que conllevaba la especialización en montañera del Batallón, hizo que estos jóvenes vivieran esta etapa militar de sus vidas con un gran esfuerzo intensidad, sin excluir, por otra parte, la satisfacción del cumplimiento del deber y que hizo de ellos unos excelentes soldados de montaña a la vez que unos ciudadanos conscientes y responsables.

El primer jefe del Batallón durante esta etapa (se refiere a la 3ª época) el Teniente Coronel Don José Miguel Sánchez de Muniain y Gil, con su cualidad de buen infante y veterano montañero, y su dedicación y ejemplo permanentes, tuvo el acierto de perfilar un carácter y un estilo peculiar para su nueva unidad. El gesto de austeridad y eficacia que supo infundirle se mantuvo a lo largo del tiempo e hizo posible que la eficacia y el buen hacer fueran los fundamentos en que se basó el prestigio que definió siempre la imagen de este batallón.


Éste participó en infinidad de ejercicios y maniobras que tuvieron como escenario el entorno de Estella-Urbasa, Andía, Montejurra, Codés etc…sin olvidar el Pirineo y otros ámbitos geográficos del resto de España.

La unidad cumplió en los años 81 y 82, la misión de impermeabilización de fronteras contra la banda armada ETA, intervino en la extinción de diversos incendios, en el apoyo a la población civil en diversas ocasiones, en la búsqueda y salvamento de varios extraviados y accidentados en la montaña y, destacadamente, en el salvamento de los afectados por la tragedia de Biescas (Huesca)”.

“Bosnia i Hezegovina, la provincia Servia de Kosovo, Albania y Afganistán han sido los escenarios en los que las compañías y otras unidades menores de este batallón han participado en el cumplimiento de variadas y complicadas misiones, con la finalidad de implantar o mantener la paz y colaborar con el desarrollo de las naciones y pueblos afectados por las enormes calamidades que toda guerra lleva consigo. Los reconocimientos a esta labor, en forma de felicitaciones y recompensas nacionales y extranjeras han sido numerosos, a los que hay que añadir, de una manera muy especial, el repetido y sincero agradecimiento de las poblaciones a las que han ayudado y con las que han convivido los hombres y las mujeres del batallón Estella”.


ACTUALIDAD DEL REGIMIENTO AMÉRICA

El batallón de cazadores de montaña Montejurra se forma por la integración en el 5º batallón del Regimiento América con el tercio de Requetés Montejurra, durante  la Guerra del 36. Éste último tomaba el nombre de la batalla de Montejurra, siendo quizá la única unidad del Ejército que lleva el nombre de una victoria carlista. Ambos batallones formaban parte de las brigadas de Navarra, de las que ya hemos hablado.

En 1944 se constituye la Agrupación de Montaña 7 con los batallones América XIX, Montejurra XX y Estella XXI. Ese año todos ellos parten hacia la frontera para combatir al maquis. En el año 1947 realiza el rescate de montaña de tres profesores y, en 1963 es felicitado por el Capitán General de la VI región y por el gobernador civil de Guipúzcoa por sus intervenciones en incendios. En 1969 se traslada al acuartelamiento General Mola de Aizoain. En 1981 participa en la operación Alazán de cobertura de fronteras y en 1986 pasa a llamarse Montejurra I/66, continuando con su intensa instrucción y participación en maniobras y misiones internacionales.

El Regimiento de Cazadores de Montaña América cumple éste 2014 250 años de heroica historia de servicio a España. Y los lleva fenomenal. Cuerpo joven con sabiduría de anciano en este regimiento, que mantiene perfectamente adiestrado y operativo su coronel jefe Ángel Atarés Ayuso.

Consta el regimiento de Plana Mayor de Mando, con un Área de Logística y otro de Inteligencia y Seguridad, y el Batallón de Cazadores de Montaña Montejurra II/66. Este batallón consta de tres compañías de cazadores de montaña, una de Mando y Apoyo, y una de Servicios.

El material comprende fusiles de asalto G36E y ametralladoras ligeras HKMG4E, ambos de 5,56 mm y fabricados por Heckler & Koch, sistemas contra carro Alcotán y Rafael, morteros de 81 mm Ecia, lanzacohetes C90 y diferente miras y sistemas de control de tiro.

Como vehículos dispone el Regimiento América de tractores blindados suecos de montaña Bv-206S Hagglums, armados con una ametralladora MG42 7,65mm, todo terrenos “Anibal” y VAMTAC, motos Suzuki de 400cc, camiones Uro e IVECO 7276 y M250. La uniformidad consiste en el ITM Invierno, más abrigado y con prendas blancas, el ITM verano, de color verde, el “Árido”, con mimetizado en tonos arena herencia de la misión en Afganistán. Este último en breve será sustituido por un mimetizado en verdes y ocres, que parece mucho más apropiado para esta unidad.

El RCZM América tiene su base en el acuartelamiento de Aizoain, en cuya pista de obstáculos, sus alrededores, además de los campos de tiro de Estella, y en los valles de Roncal y Ansó, entrena habitualmente.

Ha participado en diferentes misiones en Bosnia i Hezgovina, Kosovo y Afganistán. En los tres sitios superaron situaciones difíciles con eficacia y dejaron un gran recuerdo entre la población civil. También demostraron la idoneidad de estas tropas para esa operaciones, pues a su alto nivel de adiestramiento se suma el que los inviernos allí son muy duros, con frío y nieve, que las unidades de cazadores de montaña están acostumbrados a combatir mucho mejor que otra tropas.






Vemos también que el tipo de guerra que hoy en día se practica, pone de total actualidad a combatientes adiestrados en el combate de pequeñas unidades y dominadores de técnicas como la escalada.

El Regimiento América tiene instituidos dos premios anuales:

Suboficial Mayor Francisco Casanova: Lleva el nombre en honor de este subteniente de la unidad, asesinado por ETA del 9 de agosto del 2000; Se entrega al suboficial más distinguido del batallón

Cabo 1º García Redondo: Su nombre homenajea a Blas García, fallecido el 30 de enero de 1999 en acto de servicio; Reconoce el esfuerzo, capacidad y entrega en el trabajo del  personal de tropa más destacado.

Además mantiene en su acuartelamiento una Sala-Museo muy interesante con material relacionado con las tropas de montaña. También conserva en sus jardines piezas de artillería de montaña de diferentes épocas.

Quieren estas líneas felicitar al Regimiento de Cazadores de Montaña América 66 en su 250 cumpleaños, y recordar a los hombres del Ejército Español de todos los tiempos, voluntarios, profesionales y de Servicio Militar, que con su esfuerzo y  sacrificio tanto hicieron  por España. A todos ellos gracias.

Monumento a las Tropas de Montaña, esta ubicado en Jaca. Muchos no lo saben,
la cara de esta estatua es la del Comandante D. Ramon Corpas.


Escrito por:

D. Jesús Javier Corpas Mauleón.
Historiador, ensayista y novelista.Encomienda de Caballero de Santiago-Marques de las Amarillas ,Cruz de Honor de los Veteranos de Fuerzas de Defensa Europeas, y Cruz de Plata de la Orden de San Lázaro (España).








23 may 2020

Supervivencia en la Selva de Irati - V




CAPÍTULO V :


LA ERMITA.

La selva de Irati es un lugar especial. Precioso, sobre todo de día y en otoño. Hojas de imprevistos colores hacen que parezca imposible que sea algo natural. La paleta del Artista Supremo escala colores deslumbrantes. Verdes perennes y marrones, beiges, hasta ocres y rojos de los castaños.

Pero de noche y para sufrirlo, es muy hostil. Se trata de una concentración de masa arbórea inmensa y tupida. Robles, hayas, castaños, etc. hacen que la humedad y  oscuridad sean imperantes. En horas nocturnas baja bastante la temperatura, y si no tienes refugio, puedes ir buscándolo.

Por ahí anduvimos toda la noche y parte del día siguiente hasta que localizamos la ermita. A nuestra llegada, ya había algunos pelotones tirados en el suelo, buenas perspectivas. Nos presentamos al Sargento Callado y dimos novedades.

-Podéis descansar, por ahora parece que no hay actividad enemiga.

-¡A la orden, mi Sargento!- dicho y hecho. Sin deshacer las mochilas ni sacar nada, nos recostamos en la hierba. Tal y como se estaban desarrollando las circunstancias, no veíamos necesario hacerlo. Experiencias anteriores obligaban a ser cautos.


Estábamos tan agotados que casi de manera instantánea Tajes empezó a roncar. Su nariz torcida en alguna olvidada pelea, no le dejaba respirar bien.  Cuando quise compartir sonrisa cómplice, no había con quien hacerlo: los demás estaban con los ojos cerrados y en fase rem.

Vi que llegaban otros compañeros y fui relajando hasta precipitarme en un insondable abismo de sueño.


¡AL MONTE!

-¡¡¡PPPIIIIIII!!!...¡¡¡PPPIIIIIIII!!!...¡¡¡PPPIIIII!-

-¡Ehh, qué pasa? ¡No, otra vez ¡¡NO!! ¿Pero se puede ser más hijo de puta?- Tajes, ¡venga,levanta, ostia! Todos arriba, nos vamos volando. Mis compañeros colaboraron como mejor pudieron  y en breves instantes estábamos preparados para lo que hiciera falta.

El Sargento Segura me dio un sobre, contenía otras coordenadas.

Esta vez nuestro destino era el embalse de Irabia, hacia allí escapamos.


-Pero estos cabrones, ¿qué cojones se piensan? ¿Están locos o qué?- esa pregunta viniendo de cualquier otro no tenía relevancia, pero enunciada por Tajes, tenía su telita...

-Vamos a donde digan, en algún momento acabará esta puta mierda-contesté lo mejor que pude-¡callad de una puta vez, silencio!- Alguno doblará y veremos...

Caminamos en la oscuridad y fuimos bordeando el embalse. No vimos a ningún otro compañero, eso nos preocupaba.

La ruta llevaba hacia la presa. 

De lejos vimos las instalaciones de mantenimiento. Levanté el puño dando el alto.

-Voy a echar un vistazo- hay situaciones en las que no puedes pedir a nadie que haga cosas que tú no quieres. Como dijo no sé quién: "el ejemplo no es una forma de persuadir a alguien a que haga algo; es la única manera". ¡Y qué razón tiene!

Me acerqué con precaución y no vi nada que me alertara. -Vamos.

Salimos de la espesura y vimos unas rodadas en el barro. Un vehículo había pasado por encima de unas manzanas silvestres. 

Los tronchos pisados y alguna que pudimos recolectar del árbol fueron lo primero que comimos en días

Llegamos al destino. Vimos a otros pelotones que se acercaban. Quitamos las mochilas adheridas a la espalda y nos sentamos a tomar resuello.



Esa noche pernoctaríamos alli. Instalamos el vivac extendiendo los ponchos y atándolos para protegernos. Hizo un frio terrible.  Durante toda la noche estuvieron llegando grupos deslavazados y se acomodaron junto a nosotros.

Aprovechamos a descansar, mañana ya veremos...


RETORNO

Escuchamos un familiar ruido de motores. Es curioso cómo se agudizan los sentidos, percepciones que nunca pensabas haber desarrollado y que las circunstancias habían hecho brotar y afilarse.

Esta vez también venían un par de camiones, uno conducido por Jordi y el Land Rover. El Teniente Gil tomó la palabra:

-Esperaremos a todos e iremos montando en los vehículos. Esto se ha acabado y volveremos a casa, a Pamplona.

Cruzamos miradas estupefactos -¡Por Dios, ya ha acabado esta tortura!- pensamos.

-Id recogiendo todo y embarcaremos.

Otros pelotones iban llegando. Los Sargentos daban instrucciones y no se oía exclamación de felicidad alguna. Estábamos demasiado cansados, en cuerpo y espíritu. Si te ponías demasiado cómodo en el suelo, corrías el riesgo de quedarte dormido. ¡Cómo estábamos!…

Ayudamos unos a otros a subir y cargar el equipaje. Los bancos de hierro del camión debieron de parecerles a más de uno un colchón de plumas.

Los soldados fueron repartiéndose entre los camiones. A nuestro pelotón nos cogió el Brigada Rey-montad aquí, os llevo yo. Subí al asiento del copiloto. Mientras conducía, los compañeros sentados en el asiento trasero, en silencio, yo mudo.

-¿Un cigarro?- mostraba el paquete de Winston. Cogí uno y le consulté sin palabras. Hizo un gesto afirmativo y siguió conduciendo por la pista.

-¿Qué tal, qué os ha parecido esto? Ahora bien que ha acabado, no?- parecía el único con ganas de hablar. Giré la  cabeza y miré a los compañeros que viajaban en la parte de atrás. Se pasaron el tabaco y me cogieron el mechero del Brigada.

Daban pena, tanta como yo, seguro. Uniformes ajados, rostros descompuestos y sucios. Almas rotas y mirada de alimaña. Ya lo dijo Jordi en una ocasión:

-cuando íbamos a veros, dabais miedo. Teníais pinta de locos, mirada de enajenados.

-¿Qué ha acabado? Cuando esté en mi casa, sabré que ha acabado.- no pude decirlo más alto, ni más claro. Ninguno teníamos ganas de hablar y el Brigada se dio por enterado; y con la mirada fija en el camino, continuó por la senda.


DESAFIO

Anochecía y el traqueteo del vehículo mecía la miserable carga.

¡¡¡PPPIIIIII!...¡PPPIIIIII!....¡PPPIIIIII!- "joder, su puta madre".

De imprevisto surgieron fuertes pitidos. Mi conductor se giró-parece que tenías razón.-sentenció sosteniéndome la mirada y tirando del freno.

El Teniente Ortiz y varios Mandos más salieron de la espesura y cortaron el itinerario del convoy.

-¡VENGA, FUERA TODOS, EL ENEMIGO OS HA LOCALIZADO Y OS VA A FREIR.

-¡¡PPPIIIIII!...¡PPPIIIIII!....¡PPPIIIIII!!- arremolinados alrededor no paraban de ametrallarnos con el silbato.

-¡Coged lo vuestro y al monte, vamos!- bajamos del coche eyectados, y uno detrás de otro desaparecimos en la oscuridad.

-¡¡PPPIIIIII!...¡PPPIIIIII!....¡PPPIIIIII!

"Poco ha durado la felicidad, pero de una forma u otra, esto debe  acabar. No veo a la gente, sobre todo a los reclutas en condiciones de que dure mucho más".

-¡¡¡PPPIIIIII!...¡PPPIIIIII!....¡PPPIIIIII!

Se oían gritos en la oscuridad, soldados bajaron como pudieron de los camiones. Cada cual iba cargando sus miserias y seguía a los pocos responsables todavía cuerdos, en su afán de aguantar. Daban órdenes y grupos inconexos partían entre los árboles, se tropezaban unos con otros en la sombra, pero no había fuerzas para jurar.

Los vehículos continuaron la ruta y nos abandonaron. Otra vez tirados de nuevo, maldiciendo nuestro destino.

-¡¡¡PPPIIIIII!...¡PPPIIIIII!....¡PPPIIIIII!
-¡¡¡PPPIIIIII!...¡PPPIIIIII!....¡PPPIIIIII!
-¡¡¡PPPIIIIII!...¡PPPIIIIII!....¡PPPIIIIII!

Tras una serie final de silbidos, se hizo la quietud, sólo se oía el silencio. El viento nos rastreaba, nos sentía pero no nos ubicaba.

Una voz se impuso en la negrura:

-¡VAMOS, YA PUEDEN SALIR! ¡Y formen en la explanada!- el Teniente Ortiz sonaba indignado, como si hubiéramos hecho algo mal.

Esperamos a que se acercaran algunos para hacer caso. No nos fiábamos, nos lo habían inculcado a fuego.

Comenzaron a salir unos pocos y el resto no tardamos. Nos hicieron formar por pelotones, los encargados dimos novedades a los Sargentos y luego, todos firmes las transmitieron al máximo responsable de la Compañía en esa ocasión. El Capitán Solabre estaba en un curso de ascenso y había delegado el mando.

El Teniente Ortiz las recogió del Teniente Gil y se dirigió a nosotros.

Nos miraba, sin que supiéramos si era a alguno en particular, dado que tenía un defecto visual: era bizco. Entre la irredenta tropa, nombrado como el "Vizconde". Dio un par de pasos en mi dirección.

-¿Y usted Cabo, ¡UN PASO AL FRENTE!- elevó la voz en la noche.

-¿QUIÉN LE DIJO QUE NO HABÍA ACABADO?, ¿CÓMO LO SABÍA?,  ¿QUIÉN SE LO HA DICHO?- ¡"el Brigada Rey se había chivado!, bueno, no sé de qué me extraño. No tienen piedad y menos en estas movidas. Ya estamos con jugarretas..."

En la Compañía habíamos aprendido a respetar a cualquiera; a no fiarte de nada ni de nadie.
 
A admirar, con su ejemplo, a nuestros Mandos. Padecer vivencias como la relatada, te da un terrible golpe de humildad en la cara: todos somos iguales y cualquiera puede ayudarte, por muy miserable que creas a alguien, y sobre todo a valorar el honor y la palabra dada.

Cualquiera por pequeño que sea, está en posesión de una dignidad infinita, y si es un Veterano de la Compañía de Esquiadores, ni te cuento.

Si pensaba que me iba a acojonar, era un mal día. Su intento de amedrentarme no caló.

Estaba muerto de hambre, enfermo, con fiebre y lo que era mucho peor: indignado por el trato que habíamos recibido. Mi percepción de la realidad era acorde con lo cargado sobre nuestros huesos. No podía decir que "me la sudaba todo", pero casi nadie me había anticipado semejante coyuntura.

-Nadie, mi Teniente.

-¿Y qué me está diciendo, que lo supo usted sólo? ¿QUIERE QUE ME LO CREA?- alzó su vozarrón.

Lo solté sin pensarlo, no recapacité y de manera instintiva, tras explotar en mi torturado cerebro, fue vertido por mis labios:

-Me parecía que se preocupaban demasiado de nosotros, viniendo a buscarnos con los camiones, que nos tenían en demasiada consideración, cuando podían habernos mandado, como en otras ocasiones, volver por nuestra cuenta, mientras ustedes seguían en su refugio

-¿CÓMO QUÉ NOS PREOCUPAMOS DEMASIADO?- sorprendido del argumento.

-Bueno, no me ha entendido, además- y aquí vino lo gordo -todavía no soy capaz de comprender como nos han tratado y han permitido que tuviéramos munición real. Creo que se la están jugando.

-¿No cree que se está pasando, Cabo?-  esta vez bajó su tono de voz, como si fuera algo sólo para mis oídos. Aquí se encendieron las alertas de mi cabeza y reculé.

-¡A la orden, mi Teniente!

Hay que entender la situación, en medio de un bosque, a oscuras y en unas condiciones físicas y mentales deplorables. Intentando emular un conflicto armado de la manera, más real. Ese mérito no se lo voy a restar.

La fiebre y el hartazgo pusieron en mi boca palabras que en otras circunstancias no hubiera elegido; pero allí y en ese lugar me parecieron pertinentes.

El Teniente Ortiz pasó de mí y se dirigió a los demás:

-Deben seguir este camino hasta nuestro refugio. Allí podrán asearse y celebraremos el fin de estas maniobras. Los Veteranos harán entrega de la boina a los nuevos esquiadores, que se la han ganado. Espero que esta vez se den más prisa, si quieren que esto termine…



NUEVOS ESQUIATAS

Y con esto acabó la pesadilla.

Fuimos llegando a la casona de piedra. Tras asearnos un poco, nos convocaron en el último piso. Allí, en una habitación abuhardillada que ocupaba toda la superficie de la planta, vimos una larga mesa de madera con multitud de platos de comida. Y en lugar preferente, un recipiente con el brebaje de la Compañía, preparado por el Brigada según ancestrales y arcanas instrucciones, asistido por el Sargento Armero Olivares.

Los más veteranos conocíamos el rito. Nos fueron repartiendo: los nuevos en un extremo de la sala, nosotros en el otro.

El Brigada Rey fue sirviendo ponche en unos vasos repartidos por Jordi y alguno de los nuevos que había cogido ya el destino en Plana Mayor, de hecho me sorprendió verlo con la boina. Jordi me contó después que se la había entregado a otro antes.

El Teniente Ortiz levanto su vaso y se hizo el silencio:

-¡POR LA FINALIZACION DE ESTAS MANIOBRAS, POR LA BOINA, Y POR NUESTRA QUERIDA COMPAÑIA!- al unísono levantamos las copas y brindamos.

-¡POR LA COMPAÑÍA!

-Ahora los Veteranos os harán entrega de la Boina. Os la habéis ganado y siempre recordad lo que os ha costado-dirigiéndose a los caducos reclutas

Cada uno de nosotros fuimos hasta la mitad del salón con una boina, en ella prendido el "cangrejo"  de la unidad, y se la le dimos a un compañero nuevo que se acercaba desde el otro lado. Estrechamos las manos orgullosos de nuestros nuevos camaradas.

Los Sargentos Segura, Callado, Pascual, Herranz y Ruiz, junto con los Cabo 1º Cortés y  Crispín se mezclaban entre nosotros advirtiéndonos:

-No comáis demasiado. Hay que acostumbrar el estómago. Si no lo `pasareis mal. Los mirábamos y nos reíamos entre nosotros: esa era una orden de imposible cumplimiento.

Alzamos nuestros vasos y bebimos disfrutando el momento. Jordi se acercó y me dio una palmada en el hombro.

-¿Ha sido duro, eh?- le miro y casi se le borra la sonrisa, cuando le fulmino con la mirada; hasta que le abrazo y cogidos del hombro brindamos de nuevo.

-¡POR LA COMPAÑíA, POR NUESTROS NUEVOS ESQUIATAS Y POR TODOS LOS QUE LO HAN SIDO Y SERÁN!- gritó de nuevo el Teniente Ortiz.

-¡POR LA COMPAÑíA!- gritamos henchidos.


EPÍLOGO.

Hace tiempo que tenía en mente contar las experiencias vividas en Irati. Tras hablar con compañeros pude recabar algo más de información.

Para empezar pude ubicar temporalmente el relato a principios de noviembre de 1987, dado que Koldo tuvo que marchar en esas fechas. Nos recordó que tuvo que abandonar el campamento un par de días antes de acabar, porque su Aitite (Abuelo) había fallecido por entonces.

Hablé con Rojo, mi compañero de tienda consiguiendo más información. También ,logré  nuevas fotos de entonces, "Markina" las guardaba.

Fueron dos reemplazos de la Compañía de Esquiadores Escaladores de Pamplona los protagonistas.

Practicaron supervivencia con medios limitados. Una Sección de Reclutas consiguió hacerse con la boina, una dura prueba que demostraba el paso de novato a “esquiata” curtido, En aquel momento comenzaron a darse cuenta de la exigencia de la Unidad y  que desde entonces se les podía encomendar cualquier misión. 

La otra, la Segunda Sección/87 era de Veteranos, la mía. Lo que en un principio eran unas maniobras rutinarias se fueron complicando. No lo pasamos mucho mejor, aunque el umbral de sufrimiento al que habíamos sido sometidos en alguna otra ocasión, nos hacía soportar lo que nos echaran.

A la dureza del entorno, las estribaciones del Pirineo Navarro, se sumaron las inclemencias de un tiempo inusualmente malo. Era bastante anormal ver nieve en esas fechas, aunque a esas alturas nada es predecible. Al clima húmedo de Irati debíamos añadir unas temperaturas bajas para la época del año. Parecía que el invierno tenía prisa por adelantar la estación, por campar a sus anchas y enseñorearse de la zona.

Por otro lado, había recuerdos que quizás no fueran agradables de recordar para algunos, (entre los que me incluyo) por ello me hacía el remolón a la hora de expresarlo.

He intentado no faltar al respeto, y espero que no se sienta ofendido nadie. Lo que vivimos no tiene parangón en la vida normal, por ello debe de ser observado desde el prisma de un ejercicio militar extremo.

Aquellos momentos se quedaron grabados a fuego en la mente de los que los sufrimos. Tanto es así que después de más de treinta años todavía recordamos con una mezcla de orgullo y temor. Orgullo por haber sido capaces de superar semejante desafío, bajo las riendas de unos Mandos preparados que nos adiestraron como se lo habían hecho a ellos.

Tiempo después, hablando con el Sgto. Segura, explicaba que para que funcionara la tortura psicológica, (“puteo psicológico” lo llamaba) la víctima debía de estar destrozada físicamente.
Y así fue. A nuestro lema habría que añadirle algo más:

“En el límite entre la tierra y el cielo…y la cordura” dado que progresamos atravesando las tres fronteras.

Una vez finalizado el servicio militar, retorné a la vida civil. Siempre había hecho deporte. Jugaba al fútbol federado y me gustaba, así que continué.

El primer día, al escuchar el insistente pitido del árbitro señalando alguna infracción, algo prendió mi subconsciente. Ni siquiera se dirigía a mí, pero diseccionó mi cerebro como un rayo. Levanté la cabeza,  y fijé mi objetivo con mirada  intimidatoria.

Inspiré de manera profunda varias veces.

El colegiado ni siquiera debió de advertir lo que se le venía encima.

Un aporte extra de oxígeno, me hizo descartar los negros nubarrones que oscurecían el sentido común. Descarté la víctima, y el árbitro conservó su cabeza sobre los hombros sin saber que había rozado el desastre.

Desde entonces, tuve que acostumbrarme de nuevo al estridente ruido, y desasociarlo de aviesas  intenciones a las que me empujaba, el animal irracional que trataba de imponerse.

El ritmo de abastecimiento, hizo que en ningún momento olvidáramos porqué estábamos allí, y que como le gustaba decir al Teniente Gil.: "cualquier situación es susceptible de empeorar". Se mantuvo un estricto y minúsculo aporte calórico calculado para aumentar el sufrimiento. 

Dicen que las lágrimas en los entrenamientos evitan la sangre en la realidad. Nada más cierto.

Aquellas maniobras marcaron la vida de todos las que las vivimos y sufrimos, con nuestros “queridos” Mandos empeñados en mostrarnos la realidad de un conflicto bélico.

Uno es la suma de las experiencias vividas, y en aquella ocasión adquirimos un bagaje más que importante.

De aquello renacimos preparados para una vida civil más dura que la disciplina militar.

¿Y porqué recordamos aquello con temor?.

Si habéis llegado hasta aquí,  ya  sabéis el porqué.

Sólo he intentado trasladar lo que de alguna manera percibimos entonces, y si he conseguido que alguien se reconozca en el acre olor del uniforme mimetizado tras quince días de maniobras, en el aroma a ahumado de la hoguera,  o en la frescura de la escarcha helada en las ramas de las hayas y robles al alba, me sentiré honrado.

Agradecer a todos los que compartieron aquellos momentos, de una forma u otra.

No puedo acabar esto sin referirme a estos duros días de confinamiento.  Fue uno de los motivos que me empujó a emplear parte de mi tiempo en escribir algo que, durante su lectura, fuera capaz de hacer olvidar la triste situación en la que nos encontramos.

Dar las gracias a  todos por su lucha en primera linea contra el maldito virus, a los que se han quedado en casa, a los que han colaborado haciendo de este mundo un lugar mejor,  y sobre todo recordar a los que se han ido sin poder despedirnos. Nunca los olvidemos.

Descansen en paz.


Y os dejo que debo salir al balcón a aplaudir.

Un fuerte abrazo.

En Bilbao, a 25 de Abril de 2020

Kepa San Blas,  veterano de la Cía. EE.EE 51/LI.

“Abriendo huella”






16 may 2020

Supervivencia en la Selva de Irati - IV



CAPITULO IV

LA FUGA

La situación era terrible, e iba empeorando.

En esas estábamos cuando Tajes empezó a desesperar -¡me piro, me piro de aquí,  que aguante su puta madre!- de una forma u otra, entre varios logramos que no se marchara.

Hablando entre nosotros se ofreció a marchar a ver si encontraba algo en un pueblo que estaba a 15 o 20 kms de allí, y traer lo que pudiera. Diego, como buscavidas, dijo que le acompañaba. Esperaríamos a que vinieran los Mandos. Después de que nos inspeccionaran, partirían. Prepararon mochilas, metiendo  lo indispensable: mapa, brújula y cantimplora llena.

El dinero lo adelantó Rojo que lo había ocultado cuando nos quitaron todo... ¿Dónde? bueno dejemos que imagineis el perfumado lugar...

Si querían que no se percataran de su falta, deberían volver antes del alba. Y con premura, se fueron atravesando la fronda.

Aquí empieza su historia.

Marcharon guiados por la pista, hacia el pueblo. Bordeando la senda, con los cinco sentidos alerta, prestos a desaparecer en la espesura. Tras unas horas localizaron algo. Una tienda de campaña. Estaba oculta bajo la espesura de un haya centenaria de bajo y denso ramaje. El familiar tejido de camuflaje la disimulaba. Ojos normales lo hubieran tenido difícil para localizarla, pero el hambre y el estado de vigilia con el que transitaban por la foresta, los había transformado en depredadores.

Sin ruido, Tajes la señaló. Se encamaron en unos jaros, a la espera. En silencio, aguantaron vigilándola durante un tiempo prudencial.

Intercambiaron gestos, y decidieron aproximarse cuando tuvieron la certeza de que no había nadie. Tajes se acercó con precaución. Cuando quería era un felino, tanto por su habilidad para escalar (como había quedado comprobado en el Carrascal, en el curso de escalada) como para acercarse sin ser advertido.

En el monte los candados no sirven de mucho y se encontraba cerrada con cremallera. Tiró de ella y accedió al interior. No había grandes cosas, y el propietario parece que había salido hacía rato. El calor humano del que carecía el habitáculo así lo adelantaba. Agarró un tesoro: tabaco. También una bolsa con restos de comida, algo de chorizo y pan duro.

Se dio prisa, con seguridad el dueño volvería a su hogar provisional en breve, la luz perdía fuerza y rondar el bosque por la noche no es prudente.

Tiempo después, nos enteraríamos que era de un Alférez.  Se ejercitaba en maniobras similares a las nuestras, y pagó el error.

Continuaron su periplo y oyeron una furgoneta a la que pararon. El conductor se ofreció a llevarlos a Orbaizeta. En esta zona los lugareños conocen de las maniobras que se cuecen y compadecen al quinto.

Una vez allí, no querían ser vistos. Bajaron del vehículo antes de la entrada al casco urbano y entraron en la primera tienda que vieron. Compraron varios quesos, sartas de chorizo y botellas de vino. Y por supuesto algo imprescindible para ellos: tabaco.

El dependiente, un hombre de edad no hizo preguntas, no hacían falta

Tras llenar las mochilas a tope, retornaron.

De vuelta, como buenos esquiatas, se buscaron la vida, parando otro transporte que desvió su trayectoria y les acercó al campamento.

Para cuando llegaron, ya estábamos dormidos y no nos dimos cuenta de su regreso.


Amanece y como siempre aguantamos un poco más en nuestros sacos. La desgana, provocada por la falta de calorías y expectativas no ayuda demasiado.

Oímos el sonido del todo terreno y nos levantamos.

Dan un breve tiempo para formar. Las ordenanzas establecen que las novedades deben darse en correcta y silenciosa formación. Como Cabo, encabezaba la mía.

Presuponiendo que se iba a hacer todo de manera correcta, como siempre, vi a mis compañeros en su lugar, aunque faltaban los fugados. Miré en dirección a la tienda que ocupaban, y vi que salían sin demasiada prisa. Podía considerarse una falta de respeto, hacia los superiores y hacia sus compañeros. Les eché una mirada de esas que activan y se pusieron en su lugar. Entonces me llevé la mano a la boina en posición de saludo frente al Sargento Segura y vi que este miraba hacia detrás mío, sin hacerme caso.

Entonces me giré y vi a Tajes descojonándose. Aguantando a duras penas en la posición, arrascándose los huevos; y a su compañero de aventuras conteniendo la risa.

No me lo podía creer: ¡estaba borracho! Al parecer habían tenido éxito en su devenir y habían encontrado algo más que comida.

Analicé la situación en nanosegundos -"este cabronazo ha conseguido pillar, y está poniendo en riesgo todo que ha traído, nos va a joder. Si sospechan lo que han hecho, nos lo quitarán".

No me dio tiempo a pensarlo: me giré completamente y di los dos pasos que me distanciaban de él. Me miró, continuaba con su sonrisa balbuceante, contorsionándose en el lugar para evitar caerse.

Lo mismo que, de manera acostumbrada, la mano recta con todos sus dedos juntos, había subido como un cohete a la boina para saludar al Sargento, salió disparada hacia la cara de Tajes. Le metí un bofetón que se cayó al suelo y no sé si rebotó, pero antes de que me hubiera dado la vuelta para continuar con el protocolo militar establecido, estaba en su lugar, bordando la posición de firmes y desaparecida la risa.

Ni hay que decir que al “Libretas” no hubo que recordarle nada.

Esa vez sí,  la jerarquía militar siguió su cauce y el Sargento recogió mis novedades sin un mal gesto, de la misma forma, y tras comprobar que no había nada anormal en la formación, se las pasó al Teniente Gil.

Después continuaron dando vueltas por el campamento observando por si hubiera algo fuera de la rutina.

Cogimos del brazo a Tajes y a Diego entre el Cabo Montero y yo y los apartamos tras unos árboles.

-¿Qué cojones hacéis?- les dije. ¿Dónde tenéis lo que habéis traído?

-En la tienda- dijo Diego

-¿En la puta tienda? ¿Pero no os dais cuenta que será el primer sitio donde buscarán? Además con el espectáculo que habéis dado... Vamos a repartirlo y que cada uno guarde lo suyo.

Distribuimos a partes iguales la comida, y, por supuesto, la cuenta la pagamos más tarde a Rojo y a alguno más que pudo adelantar lo que pudo hurtar a las aviesas intenciones superiores.

Cada cual ocultó lo que le tocó (un pedazo pan y chocolate, queso y chorizo, además de unas galletas) donde lo consideró oportuno, intentando sustraerlo de las garras insaciables de nuestros jefes.

El vino, del que poco había quedado, se lo dejamos a ellos, y gran parte del tabaco. Fueron los que lo consiguieron y lo merecían.

Durante la noche, después de haber llegado, lo habían estado celebrando, y en esos estómagos vacíos, sin ingesta de nada sólido en días, una botella por barba, tuvo efectos devastadores.

Muchas veces he intentado plantearme la reacción que tuve. Si fue adecuada o quizás desproporcionada. En ocasiones, juzgamos las situaciones desde puntos de vista privilegiados fuera de las circunstancias que influyen en esa decisión. A día de hoy, reconozco que, aunque me da cierta vergüenza haberlo hecho, creo que fue una decisión acertada.

Tajes era una persona especial, llevaba mal la disciplina militar y pensábamos que no estaba muy bien de la cabeza. Los Mandos, de manera consciente,  lo situaban en mi pelotón o el de Rekalde, el otro Cabo vasco. Solo se encontraba a gusto con nosotros. Desde el principio y hasta el final, estuvimos juntos y eso hacía que tampoco frecuentara otros fuegos. Por otra parte, debo decir que era un buen chaval, un poco raro, pero para comprenderlo había que tener una dosis extrema de paciencia. Como quedó demostrado a lo largo del tiempo, donde pudimos ver que tampoco fue su único incidente, ni el último.

Jamás me reprochó nada, ni mucho menos nadie. Ello me lleva a pensar que quizás, con la intención de salvaguardar el interés de todos, hice lo correcto.

El día continuó sin mayores sobresaltos, ya había habido suficientes. Oscureció y volvimos a los sacos, esta vez, con algo reconocible en el estómago, y animados por la evolución de los acontecimientos. Hoy no habría "concierto" de tripas. Pero antes fumamos  un cigarrito, por supuesto a la salud del incauto Alférez.

Esa  noche, no creo que se atreviera a acercarse ningún animal, por hambriento que estuviera.  Amedrentadores ronquidos ahuyentarían a cualquier bicho...



 ¡ALARMA!

 Pero no pensábamos en otro tipo de "bichos".

-¡¡¡PPPIIIIIII, PPPIIIIIII, PPPIIIII!!!- ¿Pero qué cojones es eso?

-¡OSTIA, es el toque de alarma- decía Rojo echado junto a mí.

-¡¡¡PPPIIIIIII, PPPIIIIIII, PPPIIIII!!!

-¡ROMANOS, EL ENEMIGO NO DESCANSA!!- ¡Cómo disfrutaba el Teniente Gil! -¡VENGA, ESPABILEN, COÑO, QUE NO SE ESPERA A NADIE!!

Y entre toque y toque de silbato nos arengaba para que saliéramos nosotros también "pitando".

-¡¡¡PPPIIIIIII, PPPIIIIIII, PPPIIIII!!!-¡¡ A LA PUTA CARRERA!!- Acompañaba el Sargento Callado con otro chiflo de "destrucción masiva".

-¡¡¡PPPIIIIIII, PPPIIIIIII, PPPIIIII!!!

Desde el principio, cuando adelantó el Teniente Gil que podríamos encontrarnos en similar tesitura, dormimos vestidos, con calcetines incluidos. Sólo quitamos las botas y las dejamos "adheridas" a nosotros, como nuestra novia, el CETME.

-¡No olvides el "chopo"!- agarramos las mochilas de combate

-¡COGE EL SACO!- tenía razón Rojo, con estos sabes cuando sales, pero es imposible saber si volverás ni cuándo.

Nos fundimos en la negra espesura y activamos el modo "hay una ostia volando, a ver a quien le cae".

-¡¡¡PPPIIIIIII, PPPIIIIIII, PPPIIIII!!!-" Joder, no se cansa".

-¡¡¡PPPIIIIIII, PPPIIIIIII, PPPIIIII!!!

-¡¡¡PPPIIIIIII, PPPIIIIIII, PPPIIIII!!!- "¡Ostia puta!"

Pasamos media hora en silencio, congelados, (casi de manera literal) como se nos había enseñado. ¡Más nos valía que no nos localizaran...! Vimos luces de linternas, bueno, los intuimos entrando en las tiendas y sacando cosas.

Al poco rato, los Sargentos nos llamaron a formar, al parecer el ejercicio había finalizado. El Teniente nos informó:

-Todo lo que dejéis en la tienda podrá ser usado contra vosotros, y se os retirará; sea lo que sea.- Miramos a nuestro alrededor y aún no éramos conscientes de lo olvidado. Aunque alguno ya se lamentaba gritando en silencio -¡me caguen la .....!

Los Sargentos Segura y Callado, y el Cabo 1º Cortés, como los hombres del saco portaban a la espalda varias bolsas de plástico negras con al parecer, nuestros yerros.

Esa noche alguno de los nuevos durmió sin saco, a una temperatura estimada de unos cuatro o cinco grados en el interior del sobre techo de la tienda . A otros les desapareció el chaquetón tres cuartos, alguna mochila con lo de emergencia y cantimplora, el anhelado tabaco. Los restos de comida que quedaban y parecían haber brotado colgados de las ramas fuera del alcance de los animales, fueron recolectados  No puedo comprender como sale uno corriendo sin las botas, ahora me rio, pero aquel pobre debió de andar al día siguiente en calcetines... ¡por el barro! Incluso se comentaba que un conejazo (no se le puede llamar de otra manera) había salido zumbando y no se acordó del armamento. Ese pecado mortal no puede ser concebido por un esquiador.

Imagino el tamaño de la piedra que le invitó a llevar al incauto, nuestro Teniente. Estoy seguro que ninguno de ellos volvió a olvidar nada relevante cuando escapó. Los Mandos eran capaces de abrirte la mente y como te descuidaras alguna otra cosa...

Esa alarma, no sabremos nunca si había estado programada, aunque SIEMPRE estuviera PREVISTA para el día, y ellos lo sabían, que alguno de nosotros volara hacia el pueblo a traer algo.

Así era la Compañía.




DESESPERANZA.

El tiempo empeoró los días sucesivos. El agua nieve y la quietud, se adueñaron del campamento. El frio hacía que la actividad fuera casi inexistente.  Sólo Ory, Tuca y Kisy, los mastines, deambulaban perezosos. Se habían acabado las provisiones,  y sólo salíamos a intentar encender fuego bajo el puente. Allí nos juntábamos los que todavía teníamos fuerzas para maldecir a los Mandos.

De manera inusual, una tarde se acercaron. Comunicaron a Koldo que había fallecido su Aitite (Abuelo). Recogió sus cosas y lo sacaron del lugar. Fue a despedirle a su pueblo.

Otro día acercaron un par de gallinas. Tuvimos que sacrificarlas y las asamos en la hoguera.
Ese goteo de alimentos era algo premeditado. Cuando no tienes nada que llevarte a la boca, el cuerpo acaba acostumbrándose.

El primer día tienes hambre. El segundo la empiezas a padecer. El tercero la sufres. Luego ya, el estómago al ver que sus reclamos no surten efecto deja de pedir y  se pone en estado de bajo consumo de energía. No es que no tengas hambre, se te va un  poco la cabeza, pero empieza a ser algo llevadero.

Si en ese momento le proporcionas una ínfima esperanza, en forma de un minúsculo trozo de pollo, o carne o cualquier alimento, eclosionas la bestia y comienza a exigir su ración.
La tortura renace y el dolor se convierte en algo continuo.

Otro condicionante más que añadir al cúmulo de, llamémoslo, incomodidades. Un terrible cálculo.

Sólo se aproximaban para recibir novedades a primera hora de la mañana, y por supuesto no volvieron a traernos vianda alguna.

Empezaba la verdadera supervivencia.


Alrededor de un bidón con brasas en su interior, anhelábamos nuestras mesas. El desdichado que  haya vivido una situación parecida puede coincidir hasta en los sueños, porque a  nosotros nos pasaba. Soñábamos con comida, sobre todo con alimentos de fuerte sabor, y elevado aporte energético, como el chocolate, los pasteles, las patatas fritas y los huevos. Son algo instintivo, como sueños que son, y muestran al subconsciente intentando comunicarse y transmitir apremiantes necesidades. Parecía que estuviéramos sintonizados.

El cerebro es el órgano que más energía consume y empezamos a relativizar las cosas, a pensar de manera más lenta de lo normal. Así, las decisiones no son todo lo correctas ni adecuadas que podrían ser. Los que sufren esa falta de calorías comienzan a embrutecerse y primar los intereses no particulares, sino básicos.

Los días eran oscuros y apenas vimos el sol. Algunos enfermamos. La bajada de defensas por el régimen severo y el clima aberrante provocaron que me doliera, de manera atroz, la garganta. Me costaba respirar, y apenas podía tragar.

Menos mal que teníamos al Druida con nosotros. A él acudí tras no poder descansar esa noche y sufrirla enfebrecido.

-¿Qué tal estás?- dijo César nada más verme.

-Jodido, me duele la garganta y no puedo dormir.

-¿Fiebre? Ven y abre la boca-esto bajo el puente, nuestro “esterilizado” dispensario médico. Los dos llenos de mierda, porque él compartió como uno más, el lamentable estado que padecíamos, aunque con diferente uniforme, al no tener mimetizado de su talla.

-Tienes placas en la garganta, es normal- me recetó unas pastillas. Tomé varias, aunque hubiera preferido el remedio que impartía en el botiquín del cuartel, y con el que obsequiaba a sus compañeros de reemplazo nada más llegar: dulce caldo navarro.

-Bien nos tomaríamos un pacharancito de esos que tenías en Pamplona...

-Calla, calla. A veces me viene a la boca, y me doy cuenta que estoy traspuesto. Bueno, tómate una cada ocho horas y ya me dirás como te va.

-Gracias, César- siempre con mirada traviesa, ojos de un azul inmenso, te despedía con un gesto, una palmada en la espalda, un pellizco en la oreja, un pescozón... Creo que era alguien para quien tenía gran importancia el contacto. Siendo médico, y uno de los de mayor edad, asumía su rol, y se preocupaba de nosotros en cuerpo y alma. Y eso que los esquiatas, aún expuestos a mayores riesgos que otros, no frecuentábamos el médico. Procurábamos no hacerlo, porque podía costarnos pasar el fin de semana sin permiso.

Grandísima persona, tanto en su talla física, como moral. Con su más de metro noventa y cien kgrs pasaditos, casi era el doble que cualquiera de nosotros.

Descansa en paz, Compañero, entre la Tierra y el Cielo.

Me aparecieron manchas oscuras en el dorso de las manos y parte del cuerpo. La cabeza también empezaba a irse, a causa de la fiebre y la deficiente alimentación.

Esa noche tampoco pude descansar.

Al día siguiente nadie acudió al campamento. Se ahorraron la penosa imagen de una formación con la mitad de efectivos, por un profundo hastío. Hubo algunos que no se llegaron a levantar. No era un conato de sedición, pero esos soldados no tenían fuerzas ni ganas para seguir el "juego". De haber venido, las represalias pudieron haber sido diferentes.

Otra vez, pasé consulta bajo el puente.

-Mira- le enseñé a César las manchas. Se puso serio al verlas-es una reacción alérgica. Espera que te voy a poner una inyección.

Me pincho. Fue hacerlo y empezar a sudar a mares.

Antes incluso de que oscureciera, me fui exhausto a dormir.

 


¡ENEMIGO!

La penumbra atenazó tenue el vivac. Transcurrieron quedas horas, tentando a arroparse en la yacija.

 La medicación hizo reaccionar mi cuerpo que se activó y comenzó a combatir la enfermedad.
Atravesé sueños turbios y extenuantes.

Al pronto, en duermevela, escuché ruido. Ni siquiera le di importancia, hasta que me taladró los tímpanos:

-¡¡¡PPPIIIIIIIII, PIIIIIIII, PPIIIIII!- Estridentes pitidos advertían de la presencia enemiga en la zona.

-¡¡¡PPPIIIIIIIII, PIIIIIIII, PPIIIIII!- Debíamos abandonar a toda velocidad el campamento, primer objetivo de nuestros rivales. No era la primera vez que nos lo hacían, pero nunca te acostumbras.

-¡¡¡PPPIIIIIIIII, PIIIIIIII, PPIIIIII!

Saltamos de los sacos de dormir como impulsados por un resorte, calzamos las botas Kamet.  Armamento, munición y  mochila conteniendo como siempre para emergencias la cantimplora, recipientes estancos para cerillas (en mi caso, usaba pequeños botes de plástico para guardar carretes de fotos), un poco de cuerda, alguna pastilla potabilizadora, y el poncho. Todo preparado y en orden. Cargamos con el saco y nos echamos al monte.

Sí, nos echamos al monte. Raudos y en la mayor oscuridad nos perdimos entre la penumbra y la foresta. Encamados y a distancia segura, aguardamos acontecimientos.

-¡¡¡PPPIIIIIIIII, PIIIIIIII, PPIIIIII!-

Las últimas veces que habíamos estado sometidos a ese estado, había finalizado cuando los Mandos, encabezados por el Teniente Gil lo dieron por hecho. Pero esta vez se escuchaba el estridente vozarrón del Teniente Ortiz.

-¡¡¡RÁPIDOS, AL MONTE, ESCONDEOS, AL QUE LE PILLE, SE LAS VERÁ CONMIGO!! ¡¡ME LA PELA Y ME FUMO UN PURO!!!¡¡¡VEENGAA, OSTIA!!- enarbolando su moderado acento maño.

Según fuimos desapareciendo del lugar de acampada, un perímetro compuesto por los Sargentos y Cabos 1º nos guiaban hacia una claro donde fuimos rehaciéndonos.

-Id mirando a ver quiénes faltan. Y cuando acabéis os vais poniendo en condiciones de pasar revista- comentaban el Sargento Segura y Callado.

¿"pasar revista? ¿Pero…qué mierda es esto? ¿Cómo cojones quieren que estemos?"-pensaba cabreado.

Una vez en formación, el Teniente Gil habló.-Señores, ahora vuelvan al campamento y recojan lo que les quede.  Pero antes se les hará entrega a cada Cabo de un mapa y una brújula. Se facilitarán coordenadas de un punto de reunión donde, es posible que sean recogidos o abastecidos; si llegan a tiempo, y el enemigo lo permite.

Los Sargentos repartieron lo dicho y nos conminaron a seguir las instrucciones.

-¿Dónde vamos?- preguntó Rosiña.

-Nos han dado unas coordenadas. Parece que vamos hacia la ermita de la Virgen de las Nieves.

Recogimos la cubierta de la tienda y comenzamos a andar. Estuvimos toda la noche sin apenas parar y alerta.

...Continuara la próxima semana.



Un fuerte abrazo.

En Bilbao, a 25 de Abril de 2020

Kepa San Blas,  veterano de la Cía. EE.EE 51/LI.


Abriendo Huella