17 abr 2019

Vida y movimiento en montaña invernal (3)


Txamanxoia, también conocido como Maz.

Recuerdo que ya lo subí en otoño desde el valle, por su parte mas baja, la cumbre siempre esta a la vista, pero parecía que nunca llegabas.




Creo que subimos por el mismo sitio. Bajamos en camiones desde el refugio hasta el valle, allí nos calzamos los esquís y emprendimos la marcha. Debían ser las 9 de la mañana, aproximadamente.

Pero..., había poca nieve y pronto tuvimos que enganchar los esquís a las mochilas ¡ MAS PESO !.Fue un infierno, particularmente para mi.

Llegamos (por fin) a una zona que había nieve suficiente. Volvimos a colocar los antideslizantes y calzar los esquís. Que alivio, lo estaba pasando muy mal.

- Los antideslizantes tenían que ser retirados cuando no se utilizaban los equis para que no se congelaran y el pegamento que llevaban no perdiera sus propiedades. Los poníamos junto al pecho para que nuestro cuerpo les diera calor - 

Se me antojo que esta subida, con los esquís, se hacia mejor que la que realizamos en el otoño a pie. Como todas las marchas que hacíamos, no se paraba hasta llegar al objetivo.

No puedo precisar la hora de llegada, pero seguro que antes de las 3 de la tarde. Comimos, bebimos, bajamos un poco, y en una de las laderas nos preparamos para vivaquear construyendo iglús y zanjas. Este es un trabajo muy duro, sobre todo si es la primera vez. No se construyen solos y se tardan mas de 2 horas en hacerlos.

A mi patrulla nos asignaron construir una zanja para 3 personas. Nos repartimos el trabajo cortando los bloques del suelo y apilando. Mientras las otras patrullas se dedicaban a construir sus vivac, también organizados (cada iglú era construido por 3 patrullas). Habían quienes cortaban los bloques, otros los trasportaban y algunos era los encargados de colocarlos. Los bloques los cortábamos con los esquís y las palas las utilizábamos para cubrir con nieve los bloques ya colocados.

Colocamos los esquís sobre la zanja y nuestro pochos sobre ellos. Hicimos una entrada  a través de la nieve (mas bien hielo), un túnel en bajada, y un foso de frío, como nos habían enseñado en las teóricas.

Repasamos el interior y extendimos la tienda de campaña para que nos sirviera de aislante.


No recuerdo si la cena la hicimos dentro o fuera de la zanja. Si recuerdo que tapamos la entrada con una de las mochilas y que encendimos una vela en la fosa de frío. Nos metimos en los sacos y a dormir.

¿Se esta bien en una zanja en la nieve?

Si, y calentito, el problema es si tienes que salir ha hacer tus necesidades. En el saco metías el agua, la ropa y los antideslizantes, para que estuvieran calientes y secos.

Me acostaba con la ropa interior de invierno y un pasamontañas. Me cambiaba los calcetines para dormir mas seco. También me tomaba una aspirina antes de dormir, es un "truco" de nuestro medico, muy eficaz para las agujetas y el cansancio.

¿Dormías?

Pues de aquella manera..., más bien descansabas.

Nuestros mandos, el teniente y el sargento durmieron en una tienda de campaña.

Esta foto es de aquel vivac, yo soy una de las 3 siluetas
 mas alejadas en la parte superior de la foto.
 Es por la mañana y estamos recogiendo el equipo. 
Pueden apreciarse los iglús y la tienda donde durmieron los mandos.

¿Que recuerdo de la mañana siguiente?

Pues estaba todo mojado, y era un problema, lo que antes cabía en la mochila, ahora no entraba. Fue muy difícil rehacer las mochilas.

El regreso era cuesta abajo, pero llegado a la zona baja de la montaña, se me hacia muy difícil controlar por el cansancio y la pendiente. En cada giro me caía, volví a pasar un nuevo infierno.

Cuando llegamos al  valle solo queríamos que allí estuvieran los camiones para recogernos. Tener que subir al refugio... Ya estábamos MUY CANSADOS.


La subida al Txamanxoia se podía ver desde el refugio, sobre todo en invierno. Si te fijabas,  era posible observar como se novia la columna y evolucionaba por las laderas, la cuerda y la cumbre.



Continuara...

J. Florencio, 2º/84


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11 abr 2019

Vida y movimiento en montaña invernal (2)


En mis tiempos no existían las raciones de comida ya preparada y empaquetada. Te daban una bolsa de plástico con la ración para ese día. La comida podía ser un filete, ¡en crudo!, para que te lo frieras, y entre otras cosas, algún paquete de sopa, de esos para 4 personas.

El problemas de las bolsas de plástico: tenias que traerlas de vuelta, no valía con enterrarlas en la nieve, pues con el deshielo, cuando la nieve se fundía, quedarían a la vista y las vacas podrían comérselas, ocasionando la muerte de estas. Nos dijeron que las bolsas de plástico que nos daban solo las utilizaba el ejercito para poder determinar su procedencia en caso de que una vaca muriera por esa causa.

Era fundamental que antes de las marchas protegieras tu pies con esparadrapo del ancho, que cada uno nos aprovisionamos antes (eran esos tiempos en los que tenias que buscarte la vida para todo).

Empezaba la mañana y te preparabas los pies blindando con el esparadrapo las zonas de tu pie mas dañadas y donde presumías que se podían dañar, aquí la experiencia era un grado, y nosotros teníamos mucha experiencia en el tema. Los pies eran los que mas sufrían. Las rozaduras eran inevitables, las tendrías, si o si, tu solo tratarías de que fuese lo menos grave posible.

Te ponías los calcetines, los botines interiores de las botas de esquí/marcha y las botas.

Cuando ya estabas vestido y te habían colocado la mochila, bajabas al guarda-esquíes y a formar. Nos esperaba una larga jornada de foqueo.

¿Que es el foqueo?

Es la técnica que te permitía avanzar con los esquíes, lo que se conoce como esquí nórdico, o de fondo. Se cubrían la suelas de los esquíes con unas tiras que les llamábamos pieles de foca (no eran de piel de foca, eran sintéticas, aunque antiguamente si lo fueron), iban pegadas con un pegamento especial que permitía pegarlas y despegarlas (antes del curso de esquí cada uno preparo sus pieles de foca limpiando el pegamento antiguo y aplicando la nueva capa). El nombre técnico de estas tiras es el de antideslizantes, su función consistía en impedir  que los esquíes fueran para atrás, solamente permitían un dirección, hacia adelante. Esta técnica te permitía moverte muy bien por terreno nevado, y si era de subida, no se deslizaran los esquíes hacia abajo.

Las fijaciones de los esquíes se desbloqueaban por el talón, y a las botas le podías quitar una cuña en la parte de atrás, esto hacia que la bota no estuviera rígida y se pudiera hacer el movimiento de tobillo tan característico de este modo de avance.





Tanto foqueabamos que al final de las maniobras tenias un cayo en la espinilla

Cuando volvías de una marcha, después de asearte y comer,  acudías a la enfermería para una cura rápida de tus maltrechos pies, casi siempre era para que te aplicaran un desinfectante en las heridas o que te quitaran una ampolla.

También visitabas el guarda-esquíes para reparar o que te ajustaran mejor el material. 

Secabas la ropa y el material mojado, preparabas de nuevo la mochila...

O sea, durante el día de descanso tenias muchas cosas que hacer antes de la siguiente marcha.


Continuara...










4 abr 2019

Vida y movimiento en montaña invernal (1)


1985, ¡uuuufffffffffffffff! ¿qué recuerdo de aquello?

Muchas cosas. Lo primero, la advertencia que nos hacíeron los veteranos: seria duro,  MUY DURO, ¡íbamos a morir!..., y NO EXAGERABAN.

Habíamos terminado el curso de esquí en Ezcaray, quizá el mejor tiempo de nuestra “mili”, unas auténticas vacaciones. Pero pronto llegarían las maniobras en Belagua .





Antes de ir se preparó mucho el tema, lo que más recuerdo fue la entrega a cada uno de la ración de emergencia, una bolsa de comida liofilizada, que solo podríamos utilizar si se daba el caso.

Los mandos se dedicaron a concienciarnos de que debíamos repartir, en la mochila, muy bien el material común de cada patrulla (3 soldados): material de escalada (cuerdas, mosquetones, clavijas, martillo...), tienda de campaña, hornillo y cazo para hacer de comer, palas para la nieve. También había una camilla-trineo, creo que a nivel de sección. Además del material personal: Fusil, 2 cargadores, plato-sartén , radio (para los que tenían esa función), poncho, traje de tormentas, polainas, piolet, crampones, abrigo 2/4, etc.

¿Cabria todo en  la mochila?

A duras penas. Hacer la mochila era lo más difícil (en la actualidad se ha convertido en una parte del examen para poder  ser cazador de montaña). Al final se hacia la mochila, pero…

¡Como pesaba!…

Tu solo no te la podías poner. Te sentabas en un banco y entre dos compañeros te la colocaban y tú te levantabas, con mucho esfuerzo.

También debías repasar la ropa, coser cualquier agujero que hubiese pues por ahí se perdería el calor.

Llego el día, estábamos de camino al refugio de Belagua. Como era habitual en aquellos tiempos, hicimos el viaje en camiones con el techo de lona, y abiertos por detrás, sentados en las baquetas de madera de los 2 lados, en el centro el equipaje (mochilas, petates, etc.), los esquís y bastones se ponían bajo las banquetas, aunque de esto no estoy muy seguro. El mejor lugar era junto a la cabina, lo más alejado de la trasera abierta (aún recuerdo el viaje de vuelva desde Ezcaray, en un camión cuya lona estaba “rota” y solo ocupaba la mitad de la plataforma…, y nos nevó. Llegamos al cuartel con un palmo de nieve en la caja).



En la actualidad, cuando veo a los soldados profesionales viajando en autocares…

Ya estábamos en el refugio General Garrido, una magnifica instalación, bien equipada, cómoda. 

Aledaño al refugio había unas cuadras (utilizadas como vivienda por los soldados antes de que se terminara de construir el refugio). En esta ocasión sería utilizada como galería de tiro (se había cubierto el interior con sacos terreros) para los equipos que participarían en los campeonatos de esquí de Candanchu, que también  se entrenarían en Belagua, mandados por mi antiguo Teniente de sección, Javier Aranguren, recién ascendido a Capitán, y en espera de destino. Provisionalmente dirigiría el entrenamiento de las patrullas que participarían en los campeonatos. 

Javier Aranguren Aramendia, unos pocos años más tarde, sería Capitán de la Compañía de Esquiadores-Escaladores.



Nos establecimos ocupando las cómodas camaretas, para 8 soldados, con amplios armarios, suelo con calefacción, dobles ventanas…, una gozada.

Por la noche un corneta, del Regimiento América 66, nos deleitaba con el toque de silencio desde el pasillo, era correspondido con un gran aplauso y aclamación.

En el interior del efugio calzábamos las zapatillas de deporte. Al ser un edificio cubierto tampoco se utilizaba prenda de cabeza. Cuando te cruzabas con un mando el saludo se hacía complicado pues el firmes con el enérgico taconazo no era posible…




Lo mejor…, NO tendríamos que hacer guardias, entre marcha y marcha, un verdadero día de descanso. La Sección de Plana Mayor, rebajados por enfermedad o lesión, arrestados y soldados que se sabía no podrían aguantar, se encargarían de hacer las guardias, apostados en ventanales desde el interior del propio refugio.

La vida en el cómodo cuartel el día de descanso se hacía apacible. Aunque llegabas llorando de las marchas, poder hacer tus necesidades a su abrigo, ducharte con agua caliente… no tiene precio.

En el comedor/cantina podías comprar, entre otras cosas, chocolatinas Crunch y el mapa de Belagua (editorial Alpina). Particularmente yo me compre dicho mapa en Pamplona, antes de las maniobras que se hicieron en otoño.


Todas las noches, TODAS, cenábamos huevos, cada día cocinados de forma diferente, pero huevos. Fue milagroso que no padeciéramos una salmonela.

El papel higiénico fue uno de los grandes protagonistas de estas maniobras. Ocurrió que el Brigada encargado de la administración del refugio detecto que se había consumido mucho este producto, nos acusó de que lo robábamos. Este asunto propicio una de las escenas más surrealistas y ridículas que jamás presenciamos: La revista de papel higiénico: nuestros mandos revisando mochila por mochila, armario por armario, en busca de los rollos perdidos.

¿Qué paso? 

Muy simple, cada uno de los soldados (o casi todos) cogió un rollo, de los que había en los servicios, para llevar en la mochila. Tener que hacer tus necesidades en el monte y no disponer de tan preciado producto… 

Recuerdo que yo tenía uno de esos rollos, bueno, lo que me quedaba, y no lo había sacado (nos habían indicado que si los devolvíamos, dejándolos en la mesa que había junto a las escaleras, no pasaría nada) porque era un lío deshacer la mochila, así que me arriesgue. Cuando el Teniente Ortíz me pregunto si yo tenía uno, le dije que no. Me respondió que me creía, y no me reviso la mochila.

Creo que a nuestros mandos aquella revista les parecía ridícula y que solo les hacía perder el tiempo.