4 abr 2019

Vida y movimiento en montaña invernal (1)


1985, ¡uuuufffffffffffffff! ¿qué recuerdo de aquello?

Muchas cosas. Lo primero, la advertencia que nos hacíeron los veteranos: seria duro,  MUY DURO, ¡íbamos a morir!..., y NO EXAGERABAN.

Habíamos terminado el curso de esquí en Ezcaray, quizá el mejor tiempo de nuestra “mili”, unas auténticas vacaciones. Pero pronto llegarían las maniobras en Belagua .





Antes de ir se preparó mucho el tema, lo que más recuerdo fue la entrega a cada uno de la ración de emergencia, una bolsa de comida liofilizada, que solo podríamos utilizar si se daba el caso.

Los mandos se dedicaron a concienciarnos de que debíamos repartir, en la mochila, muy bien el material común de cada patrulla (3 soldados): material de escalada (cuerdas, mosquetones, clavijas, martillo...), tienda de campaña, hornillo y cazo para hacer de comer, palas para la nieve. También había una camilla-trineo, creo que a nivel de sección. Además del material personal: Fusil, 2 cargadores, plato-sartén , radio (para los que tenían esa función), poncho, traje de tormentas, polainas, piolet, crampones, abrigo 2/4, etc.

¿Cabria todo en  la mochila?

A duras penas. Hacer la mochila era lo más difícil (en la actualidad se ha convertido en una parte del examen para poder  ser cazador de montaña). Al final se hacia la mochila, pero…

¡Como pesaba!…

Tu solo no te la podías poner. Te sentabas en un banco y entre dos compañeros te la colocaban y tú te levantabas, con mucho esfuerzo.

También debías repasar la ropa, coser cualquier agujero que hubiese pues por ahí se perdería el calor.

Llego el día, estábamos de camino al refugio de Belagua. Como era habitual en aquellos tiempos, hicimos el viaje en camiones con el techo de lona, y abiertos por detrás, sentados en las baquetas de madera de los 2 lados, en el centro el equipaje (mochilas, petates, etc.), los esquís y bastones se ponían bajo las banquetas, aunque de esto no estoy muy seguro. El mejor lugar era junto a la cabina, lo más alejado de la trasera abierta (aún recuerdo el viaje de vuelva desde Ezcaray, en un camión cuya lona estaba “rota” y solo ocupaba la mitad de la plataforma…, y nos nevó. Llegamos al cuartel con un palmo de nieve en la caja).



En la actualidad, cuando veo a los soldados profesionales viajando en autocares…

Ya estábamos en el refugio General Garrido, una magnifica instalación, bien equipada, cómoda. 

Aledaño al refugio había unas cuadras (utilizadas como vivienda por los soldados antes de que se terminara de construir el refugio). En esta ocasión sería utilizada como galería de tiro (se había cubierto el interior con sacos terreros) para los equipos que participarían en los campeonatos de esquí de Candanchu, que también  se entrenarían en Belagua, mandados por mi antiguo Teniente de sección, Javier Aranguren, recién ascendido a Capitán, y en espera de destino. Provisionalmente dirigiría el entrenamiento de las patrullas que participarían en los campeonatos. 

Javier Aranguren Aramendia, unos pocos años más tarde, sería Capitán de la Compañía de Esquiadores-Escaladores.



Nos establecimos ocupando las cómodas camaretas, para 8 soldados, con amplios armarios, suelo con calefacción, dobles ventanas…, una gozada.

Por la noche un corneta, del Regimiento América 66, nos deleitaba con el toque de silencio desde el pasillo, era correspondido con un gran aplauso y aclamación.

En el interior del efugio calzábamos las zapatillas de deporte. Al ser un edificio cubierto tampoco se utilizaba prenda de cabeza. Cuando te cruzabas con un mando el saludo se hacía complicado pues el firmes con el enérgico taconazo no era posible…




Lo mejor…, NO tendríamos que hacer guardias, entre marcha y marcha, un verdadero día de descanso. La Sección de Plana Mayor, rebajados por enfermedad o lesión, arrestados y soldados que se sabía no podrían aguantar, se encargarían de hacer las guardias, apostados en ventanales desde el interior del propio refugio.

La vida en el cómodo cuartel el día de descanso se hacía apacible. Aunque llegabas llorando de las marchas, poder hacer tus necesidades a su abrigo, ducharte con agua caliente… no tiene precio.

En el comedor/cantina podías comprar, entre otras cosas, chocolatinas Crunch y el mapa de Belagua (editorial Alpina). Particularmente yo me compre dicho mapa en Pamplona, antes de las maniobras que se hicieron en otoño.


Todas las noches, TODAS, cenábamos huevos, cada día cocinados de forma diferente, pero huevos. Fue milagroso que no padeciéramos una salmonela.

El papel higiénico fue uno de los grandes protagonistas de estas maniobras. Ocurrió que el Brigada encargado de la administración del refugio detecto que se había consumido mucho este producto, nos acusó de que lo robábamos. Este asunto propicio una de las escenas más surrealistas y ridículas que jamás presenciamos: La revista de papel higiénico: nuestros mandos revisando mochila por mochila, armario por armario, en busca de los rollos perdidos.

¿Qué paso? 

Muy simple, cada uno de los soldados (o casi todos) cogió un rollo, de los que había en los servicios, para llevar en la mochila. Tener que hacer tus necesidades en el monte y no disponer de tan preciado producto… 

Recuerdo que yo tenía uno de esos rollos, bueno, lo que me quedaba, y no lo había sacado (nos habían indicado que si los devolvíamos, dejándolos en la mesa que había junto a las escaleras, no pasaría nada) porque era un lío deshacer la mochila, así que me arriesgue. Cuando el Teniente Ortíz me pregunto si yo tenía uno, le dije que no. Me respondió que me creía, y no me reviso la mochila.

Creo que a nuestros mandos aquella revista les parecía ridícula y que solo les hacía perder el tiempo.

1 comentario:

Manuel dijo...

Me traen muy buenos y algunos malos de mi paso por belagua del refugio general garrido

Publicar un comentario

Por favor, si deseas contactar, indica una cuenta de correo electrónico, u otro medio, gracias.