Eran principios de Enero de 1985 y en Pamplona cayo una gran
nevada,…,histórica.
Podíamos esquiar en el campo de maniobras del cuartel, eso
hizo que no se realizara la habitual instrucción sobre el manejo de los esquís en
las cuadras, sobre la paja.
Lecciones en las cuadras, cuartel de Aizoain. |
Siempre me había preguntado el ¿Por qué? de ese mote con el
cual nos denominaban las otras unidades: pingüinos (nosotros los llamábamos a
ellos pistolos). La primera vez que me puse los esquís y salimos del cuartel lo
comprendí.
Henos aquí, todos los esquiadores moviéndonos por la plaza
de armas con los esquís puestos, andando como pingüinos, torpemente y con
cuidado de no caernos.
Una vez en el campo de maniobras la primera lección fue… como
caerse. Siguieron la vuelta Maria, subir, bajar en cuña, hacer
giros, el paso patinador, etc.
Así estuvimos los días previos a viajar hasta la estación de
esquí de Valdezcaray, en la riojana Ezcaray, Sierra de la Demanda.
La estación, según nos contaron los veteranos, no se
caracterizaba por la abundancia de nieves, sino por la cantidad de piedras que te
encontrabas cuando esquiabas.
Conocía la estación de esquí de Sierra Nevada, Sol y Nieve,
de hecho una semana antes de incorporarme al servicio militar estuve con unos
amigos allí, para hacer montañismo, subir El Veleta.
Para mí fue una decepción pues esta estación consistía en un
edifico donde estaba el restaurante autoservicio y una serie de remontes, la mayoría tele-esquíes. A la estación se subía a través de un telesilla en el aparcamiento
de la carretera, sin urbanización ni nada por el estilo, muy diferente de la estación
granadina, todo un emporio del turismo de nieve.
Telesilla que sube hasta la estación de esquí |
El viaje de Pamplona a Ezcaray se hizo en los habituales
camiones de la Compañía de Transportes de la División, con todo el confort que
ello comporta.
El viaje se inició muy de mañana, fría y muy nublada. Las
carreteras, aunque practicables, estaban nevadas, cosa que se acentuaba cuando
atravesamos determinadas zonas.
Ezcaray.
Es la localidad a la que nos dirigíamos. Nuestro cuartel era
una muy vieja fábrica de muebles, en un estado manifiestamente mejorable, acondicionado
para albergarnos.
¿Estrecheces?, todas las imaginables: literas de tres
alturas, menos de medio metro de separación,
subir, bajar o vestirse había que
hacerlo de lado…, una proeza.
Bueno, estábamos acostumbrados. En el campamento El Carrascal había más
espacio, pero las condiciones eran
similares. Nada que ver con los lujos del Refugio General Garrido en Belagua.
¿Cómo es Ezcaray?
Calle de Ezcaray |
Muy bonito, con calles con soportales para protegerse del
clima y sobre todo, mucho vino, y muy barato. Ideal para los soldados, que no
nos caracterizábamos por poseer mucho de él.
La combinación perfecta para que la primera salida del
cuartel se convirtiera en todo un aquelarre. Todos los que lo vivimos no podremos olvidar jamás aquella formación
nocturna en la cual la posición de firmes era imposible de mantener. A nuestros
mandos sorprendidos, sin saber qué hacer, ninguna orden era obedecida. Todos,
absolutamente todos, estábamos disfrutando de una anormal alegría. Nuestros mandos, ante la imposibilidad de controlar la situación,
optaron por la sabia decisión de que subiéramos a los dormitorios y “durmiéramos
la mona”. Qué noche la de aquel día.
Uniformidad.
Para salir de paseo o fin de semana no se usaban los zapatos con el traje de bonito,
se usaban las botas de 3 hebillas (estaba todo nevado). Tampoco se usaba la
gabardina 3/4, nos poníamos el chaqueton 2/4. Esto ocasiono algunos problemas con la
Policía Militar a los que fueron a sus
casas de permiso el fin de semana.
Los bollos preñados.
Todas las mañanas se nos suministraba un bollo preñado, es
decir, un bollo que sé cocinaba con un chorizo en su interior. Eran las
barritas energéticas de la época. Normalmente se guardaba para las pistas.
Las duchas.
Qué momento… En verano, durante el curso de escalada, hacer
cola al aire libre no ocasiona ningún problema mientras esperabas a entrar en
las duchas portátiles que apoyo logístico nos instalaba. Esas en las que tienes
que lavarte muy deprisa.
Aquí, era invierno y hacia mucho frío. Las duchas estaban en el patio y allí
estábamos, unos 300 soldados, haciendo cola, al aire libre y con espectadores
desde los edificios cercanos. Que momentos.
Las guardias.
El cuerpo de guardia estaba a la entrada del cuartel. Las
garitas, por la noche, duraban una hora y disponíamos de unos grandes capotes
para combatir el frió, pero la principal arma para luchar contra el frío
nocturno era…, siiiii, esa en la que todos pensáis: EL CARAJILLO.
Gran invento popular que cada noche era suministrado en cálidos
termos de grifo y era recibido con aclamación y jolgorio por los que teníamos que hacer la
guardia.
La Patrulla.
Uno de los mejores recuerdos que guardo de Ezcaray fue
cuando me toco hacer la patrulla nocturna. Andar por las solitarias calles solo
con el ruido de tu pisadas cuando rompen la nieve, no tiene precio.
La vaquilla.
Tradicionalmente se soltaban unas vaquillas en un recinto
cerrado del cuartel. Recuerdo al Teniente
Cerezo con montera, o algo parecido , envuelto en un capote, que debía de ser
una de las mantas del ejército.
La diversión duro poco pues la vaquilla se escapó del
recinto, y ahí nos tienes a todos tras la vaquilla, muertos de la risa, buscándola
por el pueblo…
Junto a un helicóptero en el patio. Ese día estábamos de guardia. |
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