19 jul 2019

El Curso de Esquí de 1985

Cuartel en Ezcaray

Eran principios de Enero de 1985 y en Pamplona cayo una gran nevada,…,histórica. 

Podíamos esquiar en el campo de maniobras del cuartel, eso hizo que no se realizara la habitual instrucción sobre el manejo de los esquís en las cuadras, sobre la paja.

Lecciones en las cuadras, cuartel de Aizoain.

Siempre me había preguntado el ¿Por qué? de ese mote con el cual nos denominaban las otras unidades: pingüinos (nosotros los llamábamos a ellos pistolos). La primera vez que me puse los esquís y salimos del cuartel lo comprendí.

Henos aquí, todos los esquiadores moviéndonos por la plaza de armas con los esquís puestos, andando como pingüinos, torpemente y con cuidado de no caernos.

Una vez en el campo de maniobras la primera lección fue… como caerse. Siguieron la vuelta Maria, subir, bajar en cuña, hacer giros, el paso patinador, etc.

Así estuvimos los días previos a viajar hasta la estación de esquí de Valdezcaray, en la riojana Ezcaray, Sierra de la Demanda.

La estación, según nos contaron los veteranos, no se caracterizaba por la abundancia de nieves, sino por la cantidad de piedras que te encontrabas cuando esquiabas.

Conocía la estación de esquí de Sierra Nevada, Sol y Nieve, de hecho una semana antes de incorporarme al servicio militar estuve con unos amigos allí, para hacer montañismo, subir El Veleta.

Para mí fue una decepción pues esta estación consistía en un edifico donde estaba el restaurante autoservicio y una serie de remontes, la mayoría tele-esquíes. A la estación se subía a través de un telesilla en el aparcamiento de la carretera, sin urbanización ni nada por el estilo, muy diferente de la estación granadina, todo un emporio del turismo de nieve.

Telesilla que sube hasta la estación de esquí

El viaje de Pamplona a Ezcaray se hizo en los habituales camiones de la Compañía de Transportes de la División, con todo el confort que ello comporta.

El viaje se inició muy de mañana, fría y muy nublada. Las carreteras, aunque practicables, estaban nevadas, cosa que se acentuaba cuando atravesamos determinadas zonas.


Ezcaray.
Es la localidad a la que nos dirigíamos. Nuestro cuartel era una muy vieja fábrica de muebles, en un estado manifiestamente mejorable, acondicionado para albergarnos.

¿Estrecheces?, todas las imaginables: literas de tres alturas, menos de medio metro de separación,  subir,  bajar o vestirse había que hacerlo de lado…, una proeza.

Bueno, estábamos acostumbrados.  En el campamento El Carrascal había más espacio, pero las condiciones eran similares. Nada que ver con los lujos del Refugio General Garrido en Belagua.


¿Cómo es Ezcaray?

Calle de Ezcaray

Muy bonito, con calles con soportales para protegerse del clima y sobre todo, mucho vino, y muy barato. Ideal para los soldados, que no nos caracterizábamos por poseer mucho de él.

La combinación perfecta para que la primera salida del cuartel se convirtiera en todo un aquelarre. Todos los que lo vivimos no podremos olvidar jamás aquella formación nocturna en la cual la posición de firmes era imposible de mantener. A nuestros mandos sorprendidos, sin saber qué hacer, ninguna orden era obedecida. Todos, absolutamente todos, estábamos disfrutando de una anormal alegría. Nuestros mandos, ante la imposibilidad de controlar la situación, optaron por la sabia decisión de que subiéramos a los dormitorios y “durmiéramos la mona”. Qué noche la de aquel día.


Uniformidad.
Para salir de paseo o fin de semana no se usaban los zapatos con el traje de bonito, se usaban las botas de 3 hebillas (estaba todo nevado). Tampoco se usaba la gabardina 3/4, nos poníamos el chaqueton 2/4. Esto ocasiono algunos problemas con la Policía Militar a los que fueron a sus casas de permiso el fin de semana.

Los bollos preñados.
Todas las mañanas se nos suministraba un bollo preñado, es decir, un bollo que sé cocinaba con un chorizo en su interior. Eran las barritas energéticas de la época. Normalmente se guardaba para las pistas.


Las duchas.
Qué momento… En verano, durante el curso de escalada, hacer cola al aire libre no ocasiona ningún problema mientras esperabas a entrar en las duchas portátiles que apoyo logístico nos instalaba. Esas en las que tienes que lavarte muy deprisa.

Aquí, era invierno y hacia mucho frío. Las duchas estaban en el patio y allí estábamos, unos 300 soldados, haciendo cola, al aire libre y con espectadores desde los edificios cercanos. Que momentos.


Las guardias.
El cuerpo de guardia estaba a la entrada del cuartel. Las garitas, por la noche, duraban una hora y disponíamos de unos grandes capotes para combatir el frió, pero la principal arma para luchar contra el frío nocturno era…, siiiii, esa en la que todos pensáis: EL CARAJILLO.



Gran invento popular que cada noche era suministrado en cálidos termos de grifo y era recibido con aclamación y  jolgorio por los que teníamos que hacer la guardia.


La Patrulla.
Uno de los mejores recuerdos que guardo de Ezcaray fue cuando me toco hacer la patrulla nocturna. Andar por las solitarias calles solo con el ruido de tu pisadas cuando rompen la nieve, no tiene precio.


La vaquilla.
Tradicionalmente se soltaban unas vaquillas en un recinto cerrado del cuartel. Recuerdo al Teniente Cerezo con montera, o algo parecido , envuelto en un capote, que debía de ser una de las mantas del ejército.



La diversión duro poco pues la vaquilla se escapó del recinto, y ahí nos tienes a todos tras la vaquilla, muertos de la risa, buscándola por el pueblo…

Junto a un helicóptero en el patio. Ese día estábamos de guardia.


J. Florencio, 2º/84


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